Escribir es agradecer». Saco esta frase de las primera líneas que ha escrito Olvido García Valdés para su libro de poemas Confía en la gracia. Me gusta esa frase porque tengo la sensación de que, en estos tiempos de banalizaciones a destajo, escribir se ha convertido en un absoluto desprecio a quienes nos dejaron lo mejor de sus vidas en los libros que escribieron. Hoy se escribe más que se lee. Si quien escribe leyera, este país sería un paraíso. No me refiero a esos paraísos donde retozan a lo bruto esos defraudadores que se llenan la boca de un patriotismo de chicha y nabo. Me refiero a paraísos de verdad, esos sitios en que se puede ser feliz sin que la felicidad cueste un ojo de la cara a según qué gente mientras otra gente se dedica a traficar impunemente con el ojo sano que nos queda. Leer es una manera de estar en el mundo, de vivirlo intensamente, de querer cambiarlo para que no se nos coma la vergüenza. Y en este país no lee ni dios.

En este país todo dios quiere escribir. No me lo invento. Hay montones de libros escritos por quienes no han leído un libro en su vida. Dicen esos mentecatos que no leen para que ninguna escritura ajena influya en la suya. Entre perplejo e indignado, leo que a lo que aspiran muchos de esos lunáticos es a que su libro lleno de tonterías se convierta en serie televisiva. No saben que la escritura se construye en silencio, sin cantos de sirena como las de Ulises en su regreso a Ítaca, sino con los que te sujetan a la realidad de todos los días para que la estrujes con la escritura. No saben esos tontolabas que escribir es dejarte jirones de lo que eres en cada línea, en cada frase, en cada hora y media que a lo mejor tardas en encontrar la palabra exacta que no traicione lo que escribes y tampoco a quienes la lean confiando en que no les estás clavando un cuchillo por la espalda.

Estos días se celebra en València la Fira del Llibre. No suelo asistir a ninguna, sólo un día a la de València para celebrar algo en la librería de un amigo. Me encuentro incómodo viendo cómo la gente se detiene en la caseta donde estás para firmar unos cuantos ejemplares, cómo esa gente coge el libro, lo mira, te mira a ti como si fueras un extraterrestre, lo vuelve a dejar donde estaba y luego te pregunta cuánto cuesta el del youtuber que el hijo o la hija adolescente le han apuntado en un papelito con el imperativo categórico de que no se le olvidara. Entonces es cuando te entran ganas de convertirte en Terminator. Veo a colegas que se pirran por estar ahí con sus libros y envidio su heroica manera de defenderlos. Pero a mí no me sale. Entiendo que las librerías vendan más en esos pocos días que en casi el resto del año. Ojalá llegara el día en que los libros se compraran en las propias librerías. Hasta entonces, las ferias cumplen la enorme función de extender la lectura más allá de sus límites habituales. Sé que hay gente que el único libro que lee al año es el que compra en la feria. Por algo se empieza. A lo mejor, si ese libro le gusta, se aficiona y entre feria y feria compra algunos más en la librería del barrio. Ojalá.

Escribir es un acto de inmensa gratitud. También leer habría de serlo. En los libros descubrimos que hay algo que se nos escapa en nuestra vida cotidiana y que ese algo alguien, sorprendentemente, lo ha escrito en las páginas que un día leímos con esa emoción que siempre nos llega de lo inesperado. Los libros son como esa ventana «por donde asomarse a sueños escondidos». Lo escribe, refiriéndose a obras pictóricas, mi amiga Carmen del Puerto, periodista científica y escritora, y yo lo traigo aquí para cerrar esta invitación a que visiten ustedes la Fira del Llibre de València. Se inauguró el pasado jueves y estará abierta hasta el próximo domingo. Los Jardines de Vivers son un sitio mágico para pasear y más aún si acompañamos el paseo con un libro. O con una bolsa llena de libros si la precariedad en que andan instaladas nuestras vidas se lo permite. Ah, y por favor, cuando se planten delante de una caseta y de un escritor o una escritora, cojan el libro y no miren y remiren el careto que tienen delante de sus narices. Anímense y cómprenlo sin regateos en vez de preguntarle, como una humillación, el precio del que un youtuber ha publicado sin que la justicia hiciera absolutamente nada por impedirlo. Que ustedes lean bien, como dice Vargas Llosa que habría que votar. ¡Menudo pájaro!