Como para un digestivo después del postre que corona una estupenda comida, siempre hay sitio para Elvis. Cuando sobre el Rey todo estaba ya dicho, documentado, escrito, publicado, ordenado, reeditado y analizado, viene el legendario periodista musical Ray Connolly con una biografía que ahonda en la vertiente emocional de Presley, y que acaba de publicar traducida al castellano la editorial Alianza bajo el título ‘Ser Elvis. Una vida solitaria’. En este libro se busca responder a la pregunta de cómo era ser Elvis. La respuesta está clara. Ser Elvis era un infierno… sobre todo, si eras Elvis Presley. Es decir, un niño sureño de campo, menesteroso, que se convirtió en un adulto poco formado, conservador, cruel y posesivo, pero también débil, inseguro, asustadizo, tímido, dócil y depresivo. O sea, que la propia psicología del sujeto lo condenó al fracaso humano, personal y sentimental. Por su manera de ser, fue incapaz de gestionar adecuadamente el colosal éxito artístico que cosechó desde unos inicios en los que ya se veía arrinconado en la soledad.

Y, por si todo esto fuera poco, estaba el Coronel Parker. Un sórdido inmigrante ilegal holandés, manipulador, agresivo, aterrador, egoísta y opresivo, que anuló desde el principio la voluntad del ídolo a base de continuas humillaciones públicas y privadas, que jugó sin dudar con el miedo que Elvis tenía a perderlo todo y volver a la pobreza y al anonimato después de haber inventado el circo del rock, padeciendo en solitario la maldición que conllevaba su reinado eterno. Aquellas horribles películas, la insignificancia artística en los sesenta, el espejismo de la resurrección en el Comeback Special de la NBC, los conciertos en los hoteles de Las Vegas en régimen de semi esclavitud, las adicciones, el divorcio, la incomprensión mutua con el mundo, el lento ocaso en manos de los fármacos y, finalmente, su solitaria muerte.

Connolly incide en los sucesos más decisivos de la vida de Elvis, la mili, la muerte de su madre o el abandono de Priscilla y pone en primer plano sus sentimientos, qué pensaba, cómo reaccionaba, por qué callaba, por qué sufría, por qué no pedía ayuda, por qué no escapaba. Una pena de chaval, que estuvo a punto de comprar su libertad por dos cochinos millones de dólares en 1973, como cuenta magistralmente Connolly entre otros muchos episodios que cortan la respiración.

En definitiva, una inmejorable puerta de entrada al universo presleyteriano para un adulto. Para niños, les recomendaría la última aventura de Little Niño que firman Dani Llabrés y Jaime Pantoja, dulce, didáctica y emocionante. Esta vez, nuestro chavalín ayudará a la pequeña hija del Elvis a recuperar las canciones que se han escapado de su guitarra en un maravilloso y colorista viaje a través del imaginario que impregnó su vida y su arte. Diversión, un montón de detallitos más o menos ocultos a modo de pasatiempo en unos dibujos especialmente luminosos, y mucha música en el ya acostumbrado e imprescindible código QR. Y lo mejor de todo: el amor que esta pareja de fenómenos nos regala con cada entrega de una serie imprescindible para los padres y los hijos que quieren disfrutar juntos de la cultura rock.