Como la periodista feminista Cristina Fallarás, ya me estoy cansando de intentar cambiar el mundo, llevo más de 45 años en ello. Pero ellos, los hombres, los varones, no lo quieren cambiar, para qué, lo tienen todo, lo de ellos y lo nuestro, como siempre. Nosotras cambiamos, ellos no, el mundo tampoco y nosotras nos damos una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez contra la pared.

A ellos no les importa nada de nosotras, de lo que nos pasa ni de nuestro sufrimiento, esto también es violencia. Soy profesora universitaria, cada año hay menos chicos en los grados de las profesiones feminizadas, lejos de ir acortándose, la brecha se amplia, en los másteres de género y políticas de igualdad los hombres brillan por su ausencia.

Las mujeres nos hemos incorporado en el mercado laboral, los hombres no han asumido sus obligaciones de cuidado y tareas domésticas, ello supone que las mujeres tienen que realizar su trabajo no remunerado. En el trabajo remunerado, sin embargo, no dejan que nadie «les robe» nada, como decían en la década de los ochenta del siglo pasado: las mujeres nos roban los puestos de trabajo, y así siguen… Los hombres siguen sin querer soltar ni un milímetro de poder ni uno solo de sus privilegios. Si las mujeres consiguen algún triunfo también se lo quieren apropiar y si es necesario o conveniente ser mujer son Carmen Mola y así y así, como siempre, todo para ellos.

Desde joven he estado reivindicando: la meitat de la terra, la meitat de cel i la meitat del poder, porque somos la mitad de la humanidad y tenemos derecho. Ellos, los hombres, se ríen, nos calumnian y quieren matan a las mensajeras, se trata de una importante estrategia patriarcal, matando física o simbólicamente a las mensajeras se pretende eliminar el mensaje, que no es otro que el de la justicia social y derechos humanos de las mujeres. Por eso las feministas siempre hemos sido gordas, feas, amargadas y mal folladas, qué mujer va a querer ser así…También niegan que subordinan a las mujeres a través de la violencia, utilizando una multitud de estrategias patriarcales violentas simbólicas, estructurales y directas: físicas, psíquicas, económicas y sexuales tanto en el ámbito público como en el privado.

En toda la historia de la banda terrorista ETA no mataron a tantas personas como el terrorismo machista, y, sin embargo, nada que ver las reacciones ante unos y otros asesinatos. Las mujeres no valemos nada en el mundo que los hombres han construido para ellos. En este mundo el sufrimiento, el dolor y la vida de las mujeres, de la mitad de la humanidad, no cuenta, no importa, no vale.

Las mujeres no tenemos ningún valor, solo nos quieren para que cuidemos, sirvamos y para proporcionarles goce y placer… Sigo sin poder dejar de pensar en las mujeres afganas y otras muchas en esas mismas circunstancias y condiciones, cómo están, que les está pasando, cómo van a poder vivir sin tener un trabajo remunerado que les permita ser autónomas económicamente, cómo van a poder estar encerradas y sin poder salir a la calle cuando no tengan a un varón que las acompañe, cómo van a poder existir sin una vida digna, el dolor es tremendo para ellas y para todas las mujeres… el olvido imperdonable para cualquier persona de buena voluntad.

Y así estamos ahora, con una reacción patriarcal salvaje: por allí y por aquí, en el norte, en el sur en el este y en el oeste. Porque en algunos lugares las mujeres hemos podido conseguir algunos derechos legales, en ningún caso ni lugar la igualdad de hecho, y porque hemos dicho no nos gusta este mundo machista y patriarcal hecho a imagen y semejanza de los peores seres humanos. Y lo peor es que a los hombres les gusta, porque no hacen absolutamente nada para cambiarlo. Y de ellos y para ellos es, y nosotras somos conscientes y sabemos muy bien que, a mayor desigualdad sexual, más pobreza y violencia contra las mujeres y las niñas y a ellos les da igual, les sigue dando igual. De verdad este es el mundo y la vida que quieren los hombres para la mitad de la humanidad, esta es la vida que queréis para vuestras abuelas, madres, hermanas, tías, primas, novias, compañeras, esposas, sobrinas, hijas y nietas… ¿de verdad? Pues vaya mierda.