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LA SECCIÓN

Tonino Guitian

El periodismo, más necesario que el pan

En el transcurso de una rueda de prensa donde yo había sido acreditado como reportero para el informativo de humor de Tele 5 `Caiga Quien Caiga´, un periodista de un diario nacional me sugirió que le dirigiera una determinada pregunta al ministro que estaba en el atril. Como su recomendación no podría enmarcarse dentro de lo humorístico le respondí que ya tenía mis propias preguntas y que, si la consideraba tan interesante, la hiciera él. Su respuesta fue una revelación: «No puedo, porque mi diario no me dejaría hacerla y porque, si la hago, yo quedaré marcado por el jefe de prensa del ministerio.»

Ignoro si historias como estas se escuchan en los talleres de ética del periodismo español porque sólo conozco las reuniones que los periodistas siguen teniendo en México, invitado por mi amiga Marcela Turati, cuya iniciativa para un `Periodismo de Esperanza´ me cautivó.

Coincidí con Marcela en Buenos Aires, en casa de nuestra amiga común, la periodista Cecilia González, donde estaba pasando por una crisis: después de haber trabajado como reportera en diversos diarios mexicanos contando la vida desesperada de la gente que muere o pierde a sus niños por excavar zanjas sin protección o por falta de recursos médicos, se dio cuenta de que el relato de estas historias no ayudaba a solucionarlas, sino a normalizarlas.

A raíz del discurso «El periodismo, más necesario que el pan» pronunciado por Darío Restrepo durante la conferencia «¿Hacia dónde va el periodismo?» del 28 de junio de 2005, ella y varios periodistas de su país se reunieron en la asociación Periodistas de a pie para darle la vuelta a esas crónicas en las que el periodista notifica que así sucedió el asunto y que aquí nada hay que hacer y sumergen al lector en la pasividad y en la resignación. «Si el periodismo no aporta soluciones, es parte del problema.»

Marcela Turati no se conformó nunca con el sopor de las redacciones de los diarios del Distrito Federal. «Prefiero la calle al escritorio», es su lema. Después de años cubriendo la guerra contra el narcotráfico desde el punto de vista de las víctimas, no de los verdugos, y por proteger y formar periodistas en su país en 2012 los Nieman Fellows de Harvard otorgaron el Premio Louis Lyons «a la conciencia e integridad del periodismo».

Volvamos a la sala de prensa donde me encontraba yo vestido de negro y una pregunta incómoda en la mano. Si bien yo no estudié periodismo, sí tuve buenas maestras, mujeres desconocidas por ahora, que me inculcaron lo que es la conciencia, la integridad y también el humor. Y digo inculcaron porque no son materias que se enseñen en esos establecimientos preparados al efecto, tribunales, universidades o asambleas, sino que se infunden de persona a persona como transmitían la fe los antiguos santos. Como nuestro Padre Jofré, quien aprendió a aplicar la humanidad de Cristo inspirándose en el cuidado asistencial al paciente psiquiátrico de la sociedad araboislámica medieval.

Hice la pregunta sugerida, envuelta en humor inocente. Y aunque el dardo se clavó, al ministro no pareció dolerle... en ese momento. El CQC en el que yo era guionista se caracterizó por algo que pocos saben: nosotros controlábamos nuestras preguntas y editábamos nuestros reportajes. En las siguientes ediciones hubo un cambio sustancial: los reporteros iban acompañados por el guionista que les dictaba las preguntas y otro equipo editaba el reportaje. ¿Necesitan más explicación para la eterna pregunta «¿Por qué se acabó el programa?»

La verdad no puede existir en un mundo donde no se elige en virtud del contrato que otorga a la gente ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondría en estado de naturaleza. Justicia, política, economía, policía y periodismo no pueden ser una red de recomendaciones y concursos ganados en una sociedad secreta cuyas ganancias y favores salen del perjuicio de la gente honesta. Acomodarse, todas las empresas lo saben, es perder el prestigio y vida.

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