En un artículo impregnado de sensibilidad, el día 10 del mes que acaba de despedirse, su redactor, de este periódico, se proponía buscar noticias alegres, para romper con su visión pesimista de la dura realidad que vivimos en el momento presente. Tal vez, cuando el comunicador impregnaba de negro sus folios, no conocía que dos días antes de su publicación, el viernes 08/10/2021, había sido otorgado, inesperadamente, pero sin despertar controversia, el premio Nobel de la paz de este año a dos periodistas: María Resa, filipina, y Dimitri Mouratov, ruso.

Alfred Nobel dejó escrito en su testamento, en el año 1865, que el premio Nobel de la paz deberá ser otorgado a “una persona que haya realizado el más grande y el mejor trabajo para la fraternidad entre las naciones, para la abolición o la reducción de las fuerzas armadas y para la celebración y la promoción de congresos para la paz” .

El Comité Nobel noruego es la institución que lo concede anualmente. Este órgano está integrado por cinco miembros nombrados por el parlamento del país escandinavo. Los méritos que han justificado la flamante distinción son que ambos galardonados encarnan un periodismo combativo en defensa de la verdad, de la libertad de informar, frente a los gobernantes que no quieren ver sus turbias actuaciones reveladas en los espacios informativos y frente a las mentiras que se expanden como un virus maligno por las redes sociales.

María Resa dirige el grupo de periodistas que el primer día del año 2012 lanzaron el sitio web de información denominado Rappler, que se financia con la publicidad y se ofrece gratuitamente a los lectores. Este medio mantiene un pulso frente al presidente filipino Rodrigo Duterte, destapando la verdad en torno a su guerra sangrienta contra la droga.

Dimitri Mouratov es redactor jefe del periódico ruso 'Novaïa Gazeta', prestigiado por su lucha en favor de la libertad de expresión en Rusia. El 76 % de sus acciones están en posesión de los miembros de la redacción y el que fuera el último presidente de la URSS, Mijail Gorbachov dispone del 10%.

Desde la llegada de Vladimir Putin a la presidencia, en enero del año 2000, numerosos periodistas opuestos a la política del Kremlin, han muerto violentamente. Entre ellos seis del grupo dirigido por Mouratov. Estos periodistas fueron asesinados por denunciar en sus artículos la corrupción del poder, los atentados contra los derechos humanos y la forma en que Putin gestionó la guerra de Chechenia (e igualmente habrían criticado , si no hubieran muerto antes, la anexión de Crimea, en el año 2014).

Entre esa media docena de muertos, la más conocida era Anna Politkovskaïa. Había nacido en Nueva York, a sus 48 años fue asesinada a tiros a la entrada del inmueble donde vivía, en Moscú, el 7 de octubre de 2006. Cinco personas, de ellos cuatro chechenos, fueron juzgados, declarados culpables materiales del crimen y condenados el 9 de junio de 2014 a duras y diversas penas cada uno, en proporción a su participación en el homicidio, sin que los autores intelectuales del delito hayan sido identificados, porque probablemente, presumen los allegados a la víctima, estuvieran protegidos por el gobierno; a día de hoy el delito ya ha prescrito. El 17 de julio de 2018 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en la ciudad francesa de Estrasburgo, condenó a Rusia por errores manifiestos en la tramitación del proceso penal sobre el asesinato de la periodista y le impuso la obligación de indemnizar económicamente a la madre, a la hermana y a los hijos de la victima, en concepto del perjuicio moral sufrido. Coincidiendo con el decimoquinto aniversario del crimen ha sido publicado un libro cuya traducción al castellano sería Ellos hacen vivir el periodismo independiente en Rusia, autor Johann Bihr, que describe los riesgos que han vivido quince periodistas independientes.

En demasiadas zonas del mundo el periodismo sigue siendo en estos momentos una profesión de riesgo. Ser reportero en países como Rusia, Bielorrusia, México, Afganistán, Filipinas, Turquía, Birmania, por citar solamente los más significativos para nosotros, implica la posibilidad de ser objeto de amenazas, hostigamientos, indagaciones, intimidaciones cotidianas, acusaciones de ser agentes del extranjero, incluso riesgo de perder la vida, por revelar la realidad de lo que allí está sucediendo.

Estos valientes profesionales, luchadores por la verdad, se enfrentan además a las mentiras difundidas en las redes sociales, por las que circulan a raudales las noticias falsas o tergiversadas y también la semilla del odio hacia determinados colectivos humanos. Estudios realizados muestran que los contenidos impactantes, los que provocan la cólera, son mucho más virales que aquéllos que estimulan la empatía y la concordia. (Mientras redactamos estas líneas leemos en este diario el artículo de opinión rotulado El informe de la deshumanización, de lectura inexcusable, que abunda en resaltar ese problema; “estamos ante la epidemia del siglo”, afirma el firmante).

El premio constituye también un homenaje y un reconocimiento a todos los profesionales del periodismo. En esos dos competentes galardonados deben sentirse representados todos los periodistas que allá donde trabajan defienden el ideal de informar verazmente, especialmente en lugares en los que ese derecho, lejos de estar garantizado, entraña serios peligros para su persona. Frente a los obstáculos que interponen los gobiernos de esas dictaduras que no garantizan sino que atacan la libertad de expresión, y frente a las falsas noticias, las 'fake news', difundidas por las redes sociales, los relatos de estos trabajadores honestos y arriesgados son los únicos fiables que recibimos los lectores.

Para la redactora Aurélie Filippetti, exministra de cultura de François Hollande, la libertad de expresión es la libertad de manifestar y transmitir las opiniones y es también la libertad de recibirlas. El periodismo sin mordazas y la libertad de expresión son condiciones insoslayables para la democracia, son un pilar de la misma. Allí donde no existe libertad de informar a través de la prensa y otros medios, libres e independientes, los abusos de poder, la corrupción, el nepotismo, la ignorancia política, tienen el campo abonado. La democracia necesita que el pueblo pueda informarse sobre aquellos hechos que tienen trascendencia para la sociedad y para conocer a los que nos representan o aspiran a ello y a todos los que ejercen alguna parcela de poder

Nuestro rey, en el reciente acto de entrega del premio de periodismo Francisco Cerecedo, el día 26 de octubre, defendía los valores del rigor, la objetividad, el análisis exhaustivo y preciso de los hechos en la información y abogaba por un “periodismo responsable”, una información depurada, verificada y cierta.

A los lectores, a los oyentes y a los espectadores, la marabunta informativa nos exigirá vigilancia continua sobre lo que recibimos y lucidez para diferenciar el trigo de la cizaña. A todos los periodistas, enhorabuena y coraje para seguir la estela de los laureados.