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Xavier Casals

La Internacional de Vox

El partido de Abascal proyecta ahora un giro atlantista que le permite  dialogar con el trumpismo  e incluye, también, el universo lusitano del bolsonarismo

Santiago Abascal y dirigentes de Vox están trabando numerosos contactos con políticos de América Latina en vistas a articular una estructura estable, el Foro Madrid, una pretendida respuesta al izquierdismo del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla. Los cimientos de esta apuesta remiten a otoño de 2020. En septiembre de aquel año el partido creó la Fundación Disenso, que el 12 de octubre –día de la Hispanidad– lanzó el diario La Gaceta de la Iberosfera para presentar «la batalla cultural a la izquierda a nivel internacional». Y el día 20 publicó la Carta de Madrid, un documento programático «contra el avance del comunismo», que contó con las adhesiones de algunos políticos significados, como Eduardo Bolsanaro (hijo del presidente brasileño) o el chileno José Antonio Kast. Este 2021, representantes de Vox viajaron a Bolivia a apoyar a la presidenta Jeanine Áñez; asistieron en Ecuador a la toma de su presidente, Guillermo Lasso; se entrevistaron con Keiko Fujimori en Perú; el mes pasado, Abascal anunció la creación del citado Foro en México, con apoyo de parlamentarios del país. Y la celebración de Vox en Madrid, el 9 y 10 de octubre (¡Viva 21!), tuvo un vídeo de apoyo del exmandatario colombiano Andrés Pastrana, que preside la Internacional Demócrata de Centro (uno de sus vicepresidentes es Pablo Casado). Aparentemente, pues, el proyecto voxista avanza viento en popa.

El partido obtiene tres réditos claros del mismo. En primer lugar, su eco mediático internacional le aporta una publicidad gratuita impagable. En segundo lugar, le permite presentarse como un actor internacional relevante en contraste con su apoyo electoral (15%), muy alejado al del partido magiar Fidesz (48.5%) o del polaco Ley y Justicia (PiS, 41%). En tercer lugar, Vox deviene una oficina transcontinental de enlace, ya que conecta a un amplio espectro de la ultraderecha europea con otro de América, que incluye desde Bolsonaro hasta el senador republicano Ted Cruz. A la vez, la adscripción de Vox en Estrasburgo al grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (CRE, que lidera el PiS) y su buena sintonía con Viktor Orbán (líder de Fidesz que en marzo dejó el grupo Popular) lo sitúan en buena posición, si finalmente las fuerzas ultraderechistas superan su división entre el CRE e Identidad y Democracia (que reúne a diputados lepenistas y de la Lega de Salvini, entre otros) y confluyen en un solo grupo, ya que Vox puede ser su interlocutor con fuerzas de América.

Vox ha remozado un mito tradicional de la ultraderecha, la Hispanidad, con el neologismo Iberosfera. Su Fundación Disenso vincula así ambos conceptos: «podemos hablar de Hispanidad como de una unidad que nos reúne a todos los iberoamericanos, incluidos aquí portugueses, españoles (y andorranos)». Señala que «la Iberosfera vendría a ser la continuación, en términos de cooperación e intercambio […] de actores políticos y culturales, del perpetuo intercambio de intereses y valores que constituye la Hispanidad». Pese a lo expuesto, Vox difiere de la ultraderecha precedente, pues esta adoptó una posición beligerante ante EE UU que entroncó con la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. Así, en 1996, la revista Fuerza Nueva, pese a la dictadura de Fidel Castro, afirmaba que «no hay que […] amparar los intereses del vecino [EE UU] para arrebatarle [a la isla] sus señas de identidad». Y en 1997, un grupo falangista hasta reivindicó al Che Guevara como «ejemplo de servicio total a la comunidad hispanoamericana». Vox proyecta ahora un giro atlantista que le proporciona un amplio campo de juego, ya que puede dialogar con el trumpismo, e incluye también el universo lusitano, lo que incorpora el bolsonarismo.

En suma, el conglomerado voxista (el partido, Disenso y su Gaceta o la editorial afín Homo legens) intenta vertebrar una «internacional de ultranacionalistas» y poner las bases de un marco ideológico global, importando y exportando ideas. En este último aspecto la formación podría tener un influjo intelectual significativo, al ofrecer un arsenal de argumentos para las «guerras culturales» contra la izquierda. Por esta razón, el eventual legado ideológico de esta andadura de Vox podría transcender el de su acción institucional, pero solo el tiempo lo dirá. 

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