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EL MIRADOR

Verónica Fumanal

Ser líder

díaz

Cuando se piensa en liderazgo se tiende a pensar inmediatamente en una persona que nos gusta. Es más, la pregunta más habitual respecto al fenómeno suele ser cuáles son los atributos personales o cualidades que hacen falta para ser un líder. Asimismo, persiste todavía la cuestión sobre si el líder nace o se hace, reduciendo el liderazgo a una especie de receta o genética o marketiniana por la que un líder llega a serlo. Sin embargo, esta visión no solo es reduccionista, sino que es errónea. Las teorías del liderazgo han avanzado mucho desde los años 20 del siglo pasado cuando emergió la teoría del ‘gran hombre’ (en aquellos tiempos no se planteaba la de la gran mujer) que trata de definir qué cualidades son las más valoradas en los líderes. Esta es la visión que sigue presente en el relato público. Pero, piense, si solo se tratara de cualidades y se pudieran definir, ¿cómo se explican dos fenómenos tan diferentes como el de Donald Trump o Justin Trudeau, con cualidades absolutamente dispares? ¿Qué tienen que ver los atributos de Angela Merkel con los de Boris Johnson? Absolutamente nada, pero los dos lideran. Veamos qué lo explica. Existen tres cuestiones fundamentales a la hora de definir el fenómeno de liderazgo.

En primer lugar, se trata de un proceso. Ser líder no es algo que un día se adquiere y permanece para siempre, sino que se debe renovar en un proceso constante entre el líder y sus seguidores.

En segundo lugar, el liderazgo no es un fenómeno personal, sino todo lo contrario, es grupal. Nadie es líder sin seguidores, por más que comunique bien o tenga dotes de mando. Por eso es una cualidad que te reconocen los demás, no te la puedes autoasignar.

En tercer lugar, implica diferentes grados de influencia, que va encaminada a conseguir la obtención de una meta o un objetivo común entre los seguidores y el líder. Esto explica por qué un líder independentista solo es caracterizado como líder por aquellos que anhelan conseguir la independencia de Catalunya, pero nunca lo será para aquellos que no la desean. Como se ha anticipado, el fenómeno del liderazgo es una cuestión ampliamente estudiada desde la psicología social, sobre todo, estadounidense.

La teoría del gran hombre. Desde los años 20 del siglo XX, han aparecido distintas explicaciones sobre cómo se genera un liderazgo y cómo se mantiene que vienen a perfeccionar la primera gran teoría que es la que todavía está presente en el ideario colectivo: la teoría del gran hombre. Esta es la que comúnmente se entiende como liderazgo. Es un enfoque desde la perspectiva del rasgo o estilos de liderar. Aquí se encuentran las teorías de Lewin, Goleman, Weber desde la sociología, las que habitualmente se estudian en las escuelas de negocio, a saber, autocrático, democrático, carismático, laisser-faire, transaccional, trasformacional...

Cada una de ellas tiene características que definen al líder en forma y fondo. Sin embargo, esto no explica por qué son considerados líderes personas muy diferentes y con objetivos opuestos al largo de la historia. ¿No existe un molde en el que poder referenciarse? La respuesta es no. En los años 60 del pasado siglo fueron relevantes las teorías centradas en la contingencia, que básicamente explican cómo los factores situacionales son decisivos para que un liderazgo emerja. Estas teorías explican por qué en determinadas épocas convulsas se prefieren liderazgos más calmados y resilientes y, sin embargo, en otras ocasiones aparecen líderes más encendidos. Un ejemplo claro es Catalunya, donde se ha pasado de fenómenos más activos como Artur Mas o Carles Puigdemont a otros más relajados como Pere Aragonès. Otro sería el espacio electoral, que no de partido, de Unidas Podemos, que ha pasado del estilo exaltado de Pablo Iglesias a una calmada Yolanda Díaz.

En los años 80, aparecen las teorías implícitas del liderazgo, aquellas que están basadas no en los liderazgos, sino en los seguidores, cambiando absolutamente el objeto de estudio. Según estas teorías, son los seguidores en función de la coyuntura personal y social, en adición con otras cuestiones cognitivas, las que determinan qué es un líder y a quién se le atribuye esta cualidad. Por lo tanto, el líder solo lo será en la medida que el grupo lo considere como tal.

Otras teorías. Como ejemplo, me parece paradigmático el caso de Ciudadanos. Albert Rivera consigue en un periodo de muy corto de tiempo ser preferido en las encuestas como la primera opción, con unas atribuciones de liderazgo muy importantes, para, en pocos meses, ser abandonado por sus bases electorales en un descenso de apoyo digno de estudio. Existen otras teorías complementarias, pero las citadas son suficientes para desterrar los mitos que existen entorno al liderazgo. Piensa en alguien a quien atribuyas una capacidad de liderazgo y examina a ver si siempre has tenido la misma opinión sobre esa persona, o si las circunstancias o tus prioridades han cambiado. Solo así dejaremos de ver este fenómeno como si solo fueran importantes ciertas capacidades de algunas personas elegidas para estar el frente de un grupo.

Lo más místico que tiene el liderazgo es que siempre es efímero, lo más mundano es que siempre es humano, y que casi cualquiera en las circunstancias adecuadas y con unos objetivos compartidos puede llegar a serlo. Algunos ejemplos tenemos en la política actual.

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