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Gracia Vinagre

IN MENTE

Gracia Vinagre

Un adolescente en el país de las maravillas

Parece que es tiempo de abrir armarios, cambiar chaquetas y revisar libros. Al fondo de un pasillo, una estantería que nunca está ordenada, y en medio del desorden, Alicia en el país de las maravillas, desafiando.

Me viene a la cabeza Alicia, la protagonista del cuento, y a la vez, como ella, esos adolescentes que empiezan a escribir sus vidas o a subir sus stories. A ambos les acechan los cambios, los nuevos caminos y las identidades por descubrir. Alicia nos transmite esa independencia que tanto piden, esas ansias de conocer y de crecer, irremediablemente. Como nuestros hijos e hijas, Alicia se lanza intrépida a encontrar el propio sentido a su mundo más allá de los pasos pisados de los adultos. Para los que ya no nos acordamos, la adolescencia es una etapa de interrogantes, y para la generación de hoy, esos interrogantes pesan demasiado. La tecnología ha querido que su país de las maravillas se vuelva infinito. Para esta generación que enciende su móvil al mismo tiempo que se enciende el día, los espejos en los que se miran se multiplican, simultáneamente se les presentan muchas identidades y no saben ni por dónde empezar. Las tecnologías ofrecen un país de las maravillas exigente, abrumador, despiadado, en el que buscarse puede ser motivo de perderse. Y así, el país de nuestros adolescentes de hoy empieza a tener poco de maravilla.

A nuestros chavales los vemos diariamente en casa, pero también los perdemos diariamente en casa. Entran en su mundo apretando un botón y viven allí en medio de imágenes hiperbólicas de sí mismos. ¡Qué difícil es sacarlos del cuento! Detrás de la pantalla las personas se convierten en personajes, sus historias obedecen a su proyección y la inmediatez tiene más prisa que el reloj de un conejo blanco que siempre llega tarde. Un mundo de fantasía que no lo parece, y que se cuela en sus vidas en forma de verdad.

Como padres o como el conejo blanco sensato que perseguía a Alicia, debemos acompañar a nuestros hijos e hijas. Da igual en qué país vivan, si hay que mudarse momentáneamente, nos mudamos. Ellos nos necesitan cerca para advertirles de algunos peligros. A veces, es fácil confundirse. Ábrete a su curiosidad, fomenta su pensamiento crítico, compréndelos en todas sus versiones para que puedan aprenderse. Bebe de la pócima mágica para devolverlos a la realidad y cuéntales verdades, las necesarias para que les ayude a saber quiénes son y hacia dónde quieren ir. Cuéntales de qué va el cuento.

La realidad es que nuestros adolescentes están más perdidos que nunca. Ni siquiera saben cómo mirarse dentro porque hay demasiado estímulo fuera. La vida de las apariencias no permite que se encuentren con sus propias emociones, que reconozcan su opinión sobre las cosas y fomenta la excitación ante un like que se les hace necesario.

Pero, nuestros hijos SIENTEN también fuera del País de las Maravillas, SON fuera del cuento, sufren más allá de las historias y necesitan un apoyo real de sus guías y cuidadores. Quítales la careta, aprieta al off de las apariencias y mira más allá de lo que te muestran. Desenmascáralo constantemente. Pregúntale qué guarda dentro. Enciende una linterna si es necesario. Detén el reloj de ese conejo que solo tiene prisa y siéntate a su lado cuando saque a pasear sus tristezas y su ira. Escucha lo importante, para eso tienes grandes orejas. No huyas ante sus intentos de autonomía o arrebatos, quédate en ellos porque ahí también están sus dudas. Háblales de certezas, desmóntales los cuentos. Anímalos a que crezcan en el país maravilloso que le rodea, el que se nota y se huele, en el que las cosas también se ponen feas. Pongamos el foco en afrontar lo que venga.

Como os decía antes, leí una vez que los niños se pierden en casa. Es una pena porque tampoco tenemos tantos metros cuadrados para no encontrarlos.

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