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A VUELAPLUMA

Alfons Garcia

Oltra y el cambio

Lo ha vuelto a hacer. Mónica Oltra ha vuelto a demostrar su olfato político, su capacidad de predecir por dónde vienen las olas, para subirse, y con galones de anfitriona, al movimiento en torno a la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, la pieza clave por el poder de atracción que ha demostrado. ‘Otras políticas’, así se presentaron en València, pero política siempre es política y entiende mucho de emociones e impulsos a la hora de elegir la papeleta (el momento clave de la democracia), y es evidente que la plataforma en ciernes se desmoronaría en minutos sin Díaz. Pero ahí ha sabido estar Oltra, propiciando la imagen fundacional de lo que pueda ser. Lo ha vuelto a hacer. Y lo ha hecho en uno de sus peores momentos, con la derecha acosándola con investigaciones por el caso de los abusos a la menor tutelada, y antes de que los suyos (Compromís) abrieran cualquier debate sobre liderazgos. Por si alguien dudaba del suyo. Lo ha vuelto a hacer. Se subió a ese tren en cuanto lo atisbó. Otros están en el andén esperando a ver quién sube y qué dirección toma. Una actitud muy racional, pero igual cuando lo decidan el tren ya ha partido o solo quedan los peores asientos. Porque hay cosas en política que no cambian.

Así, en política, la aritmética falla a menudo, en especial a la hora de sumar. No obstante, el movimiento de Díaz es positivo para la izquierda y el PSOE, diga lo que diga Pablo Casado, que posiblemente deja entrever sus miedos propios a los sorpassos. En el posbipartidismo, el espectro amplio del progresismo necesita una izquierda fuerte para gobernar. Y pasada la etapa Pablo Iglesias, una nueva ola de ilusión puede revigorizar a unas bases que tienden siempre al desencanto sobre el que gobierna. El nuevo movimiento en torno a Díaz puede ser la garantía de más gobierno de izquierda en el tiempo de la reconstrucción y la transformación tras la pandemia. Y más cuando al otro lado asoma la amenaza de la extrema derecha.

El movimiento se ha situado hasta ahora, no obstante, en el terreno de las grandes ideas y las ambigüedades. Entre otras cosas, tendrá que aclarar si la operación se circunscribe al marco español y a unas elecciones generales (parece difícil ante el tamaño que empieza a tomar la ola) o baja al terreno autonómico. En este segundo escenario es donde empiezan los problemas para Oltra y Compromís, que siempre ha puesto como condición para cualquier alianza mantener la marca. Compromís vería además cómo el actual pez pequeño en la C. Valenciana (Unidas Podemos) lleva el protagonismo político de la aventura, aunque el rostro pueda ser Oltra, o cómo al menos su proyecto, labrado desde los orígenes de la UPV hace décadas, se desdibuja en un contenedor ecofeminista donde los partidos tienen que ser pero no estar (Díaz dixit).

Pero de momento Oltra lo ha vuelto a hacer. ‘Otras políticas’ y ‘cambio’ son esos términos abstractos en los que la política se mueve tan bien. Pero Oltra lleva seis años en el gobierno valenciano como vicepresidenta y Díaz otros dos en el de España. Oltra ha vuelto a buscar el espacio de las grandes ideas y la generación de ilusiones. Pero habrá que concretar qué es la otra política y el cambio. Porque ellas no son nuevas. Y sí, el área de gobierno de Oltra (atención social), estaba hundida, falta de recursos y normativa, pero seis años deberían dar para cambios, para extender muchas prestaciones y crear muchos centros de mayores y dependientes, y el cambio está costando. Concretar, hacer y gestionar no deberían ser puertas a la desilusión. Eso también es, o debería ser, ‘otra política’.

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