Las temperaturas se han desplomado en las últimas jornadas y el ambiente, ahora sí, recuerda mucho al invierno. Hasta hace poco atardecía pronto y mirábamos esto con resignación, pero en mangas de camisa y con los tobillitos al aire, que es lo que se estila en los jeans. Ahora la carga melancólica es mayor, cuesta llegar a ver el crepúsculo porque estamos trabajando o con las legañas de la siesta, y preferentemente en estancias cerradas porque hace un frío que pela. Ayer, sin ir más lejos, en la ciudad de Valencia a las 13 horas hacían 7,5 ºC según la delegación valenciana de la AEMET, y aunque después salió el sol un rato y el mercurio repuntó, la sensación en la oficina y en casa era polar, digna de las calles de Reykjavik. Así se hace muy cuesta arriba abrir las ventanas y ventilar porque sí, han llegado esas fechas en las que debemos tener en cuenta la calidad del aire en los interiores.

Esto suena mucho a coronavirus, al tratarse de una medida necesaria en estos tiempos de pandemia, pero es una circunstancia permanente que estaba antes del COVID-19 y que nos acompañará el resto de nuestras longevas vidas. En fin, el tema de ventilar se hace bola. Esta semana la comencé con el coche de arriba a abajo, cruzando La Mancha en plena DANA y con el mercurio en barrena. Iba acompañado, así que tuvimos que mantener las ventanillas ligeramente bajadas, con el estruendo ese del viento que dinamita cualquier intento de escuchar la radio y que petrifica la oreja más periférica, cercana a la ventana. De no hacer esto y sobre todo yendo acompañado, los niveles de CO2 en un espacio así de cerrado se disparan por encima de 1200 partes por millón (ppm), algo que puede repercutir en la atención al volante por producir, entre otras cosas, somnolencia.

En el despacho ocurre exactamente lo mismo, por eso estoy escribiendo sobre el tema, de hecho. Tengo una de esas estaciones meteorológicas que, además de mostrar la temperatura o la humedad, tiene un sensor que mide el CO2 y te avisa cuando sobrepasa los niveles aconsejables. Desde que empecé a cerrar la ventana, los valores muchas veces están por encima de lo recomendado. Tanto es así, que ayer me llegó a marcar un pico superior a 2000 ppm poco antes de las 3 de la tarde (duplicando el que se puede encontrar un día cualquiera en Nueva Delhi, una de las ciudades más contaminadas del mundo). Para que se hagan una idea de lo que se debe hacer, después bastaron 15 minutos de puertas y ventanas abiertas para restablecer una concentración normal, cercana a 750 ppm.

Pasar muchas horas en una habitación sin ventilar puede provocar irritación de ojos o nariz, sequedad de piel, fatiga mental, cefaleas y vértigos, además de aumentar las afecciones en las vías respiratorias. Les costará cumplir estos días y más este fin de semana con la nortada que se avecina, pero hay que hacerlo.