Tal día como hoy – un viernes 10 de diciembre de 1948 – se aprobaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas de París. Un texto que marcó un hito en la historia y que, en sus treinta artículos, recoge los derechos que deben protegerse con el objetivo de conseguir la libertad, la justicia y la paz para todos los seres humanos. Hoy, 71 años después, la Declaración se ha convertido en el documento más traducido del mundo – 530 traducciones diferentes – y el que ha servido como base para adoptar los más de 70 tratados de derechos humanos, tanto a nivel mundial como regional.

Como respuesta a los «actos de barbarie ultrajantes para la conciencia moral» sucedidos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), empezó la labor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1946. Un comité de redacción formado, inicialmente, por Estados Unidos, Líbano y China y al que más tarde se incorporarían Francia, Chile, Unión Soviética, Reino Unido y Australia. Un trabajo que, aquel 10 de diciembre de 1948, fue aprobado con 48 votos a favor y ocho abstenciones, entre las que se posicionaban la Unión Soviética, Sudáfrica y Arabia Saudita.

Una Declaración que recogía y, que todavía, recoge los derechos y libertades –como su nombre bien indica– universales, de todos los seres humanos del planeta. Un texto que incluye derechos sociales, civiles, políticos, económicos y culturales. Un documento que abarca el derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la educación, al trabajo, a no ser sometido a tortura, a buscar asilo, a la presunción de inocencia… Una manifestación que ha sido ratificada por 195 países: esto es, la totalidad mundial con la excepción de Kosovo y Taiwán, pero con la inclusión de la Ciudad del Vaticano y Palestina.

No obstante, no se debe olvidar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es tan solo la base. En gran parte de los países, en su mayoría democráticos, no se concibe un marco jurídico o constitucional en el que no se respeten las libertades y los derechos de las personas. Pero, desgraciadamente, hay muchos otros territorios que, todavía, no se muestran tan fieles a ciertos principios.

Sin ir más lejos y aunque se hayan conseguido grandes avances en los últimos años, la situación de la mujer es realmente preocupante. Hay territorios, sobre todo en África y en el sur de Asia, en los que las mujeres tienen que convivir día tras días con las injusticias sociales que vulneran sus derechos como personas: desde el matrimonio forzado hasta la imposibilidad de recibir educación, pasando por el veto en la vida política y llegando a la mutilación genital. Por no hablar que el poder del hombre sobre ellas es tal que no pueden salir de casa sin ir acompañadas por uno de ellos. Según los datos del informe realizado por el World Economic Forum (WEF) en 2020, los diez países en los que las mujeres tienen una posición más difícil son: Egipto, Mali, Líbano, Marruecos, Jordania, Irán, Chad, Siria, Pakistán y Yemen.

Otro de los aspectos que preocupa en el mundo actual es la postura que tiene el colectivo LGTBIQ+ en países como El Salvador. Las mujeres trans salvadoreñas están condenadas a la muerte o al exilio y es que mientras permanezcan allí la edad media no supera los 41 años, encabezándose así como el segundo país con más homicidios a personas del colectivo. Además, tal como lo reflejó Bianka Rodríguez – activista y actual directora de Comcavis Trans – en su última visita a la Fundación por la Justicia en Valencia, la palabra ‘justicia’ no existe y es que en su documento de identidad aun se le identifica con nombre y género masculino. Además, también destacó que, como modo de subsistencia, muchas de ellas están obligadas a ejercer la prostitución en condiciones insostenibles debido a la complejidad para encontrar un trabajo digno.

El pasado mes de septiembre, Fundación por la Justicia, como defensora y promotora de los Derechos Humanos, llevó a cabo un curso orientado a la formación en DDHH y ODS. Y es que, aunque cada vez sean más los países comprometidos con los derechos y libertades de las personas… Todavía queda mucho por hacer y para ello es necesaria la colaboración universal.