Durante todo el año, pero especialmente ahora que nos adentramos en las fiestas navideñas, las principales cadenas de televisión y plataformas de contenidos nos bombardean con películas románticas en su oferta. Desde pequeñas crecemos creyendo en el mito del príncipe azul, la absurda idea de la media naranja (como si acaso naciéramos desmembradas y nos faltara una mitad para estar completas), y la peligrosa, pero generalmente aceptada realidad, de que el fin de toda mujer es encontrar al hombre perfecto, casarse y tener descendencia. Tal era la imagen que desde las juventudes falangistas se pretendía imponer: escuelas de la sección femenina destinadas a formar a los ángeles del hogar, mujeres que supieran coser, cocinar, mimar a su esposo y cuidar de los niños. Crecimos con los vestigios de este ideario, con el sexismo recalcitrante del destape de la transición democrática y con la imagen angelical, vacua y desvalida de la mujer en las películas Disney. Al llegar a la edad adulta, seguimos frente a estas películas donde te hacen creer que tu ansiada alma gemela está a la vuelta de la esquina, en ese centro comercial rebosante de guirnaldas y luces de navidad, a bordo de ese avión que has de coger para pasar las fiestas con tu familia, en esa cena de navidad que tu madre te ha organizado con el hijo (el soltero de oro) de su mejor amiga o en esa tiendecita bucólica de abetos naturales. Pues no, ni encuentras a esa persona sentada junto a ti en el avión de vuelta a casa, ni en ese viaje para dar la bienvenida a los cuarenta con tus amigas de toda la vida, ni en el centro comercial bajo el centelleante árbol de navidad. Y te sientes hundida, vacía, confundida, pensando qué estarás haciendo mal. Ignorando que no eres tú el problema sino las falacias misóginas que te han inculcado desde niña. Es hora de parar y reflexionar. Por nosotras y por las que vendrán. Busquemos y promovamos otros modelos de mujeres: mujeres fuertes, independientes, solidarias, implicadas, desafiantes. Y defendamos otros roles y objetivos para las mujeres más allá del de madre y esposa. Solo así conseguiremos derribar esos techos que nos impiden avanzar, desarrollarnos como personas y profesionales y, también, saber alejarnos y decir no cuando algo no nos guste. Las mujeres de estas películas navideñas ahora son exitosas ejecutivas, aunque rara vez desempeñan el cargo de directivas. Y, pese a ello, siguen incompletas, a la deriva, en busca de ese algo que les falta y sin el cual no alcanzan la felicidad plena. La historia de siempre. No se trata solo de cambiar el guion, de acabar con el ‘y fueron felices para siempre’. Hay que empezar a pensar de otra forma. Como dijo Frida Kahlo: «Enamórate de ti, de la vida. Y luego, de quien tú quieras».