Imposible estar al día de las listas de mejores libros, series, películas, etcétera, etcétera. Hasta un repaso de las diez batidoras imperdibles debe haber. Junto a las valoraciones de críticos y aficionados, las plataformas audiovisuales nos cuentan cuáles han sido sus productos estrella en cuanto a resultados y, al margen de confiar más o menos en lo que desvelan ante la duda de si las cifras forman parte de estrategias de promoción de próximas temporadas, siempre llama la atención saber lo que gusta en estos tiempos de consumo global en los que historias creadas por compatriotas han encontrado un lugar en el mundo.

Además de ‘La Casa de Papel’ de Álex Pina en Netflix, otra ha conseguido el primer puesto de las series más vistas de HBO Max en 2021: ‘30 Monedas’, la catalogada de terror que daba más bien risa con su destarifo total marca de la casa Álex de la Iglesia y el guionista Jorge Guerricaechevarría, quienes pergeñaron la gran ‘El Día de la Bestia’. El inolvidable Álex Angulo era un sacerdote sobrepasado intentando evitar el nacimiento del Anticristo en Nochebuena con la ayuda de Santiago Segura. Una película navideña distinta a las que acostumbran a programar estos días. Veinticinco años después mucha de aquella brujería y ocultismo se retomó para la producción de HBO de la que se espera una trilogía.

Yo fui una de los millones de espectadores de los ochos capítulos que seguían las tribulaciones del atormentado Eduard Fernández, la sufrida Megan Montaner y un apardalado pero simpático Miguel Ángel Silvestre al que el director no hizo ni prueba para encarnar a Paco, el alcalde. Después confesó en alguna entrevista haber pensado que el actor arruinaría la serie con su interpretación, pero nada más lejos. El tirón del castellonense es un hecho y por ello fue el elegido para encarnar al amor perdido de Tokio (Úrsula Corberó) en unas escenas de ‘La Casa de Papel’ que aportaban poco más que el disfrute de su luminosa sonrisa enmarcada en una estética anaranjada de puesta de sol de anuncio. Así lo recuerdo.

No se habla lo suficiente de las gamas cromáticas tan bien diseñadas por su influencia en cómo fijamos los estímulos en el cerebro. Saltando al presente, Carrie Bradshaw veía desaparecer bajo el beige la que había su fabulosa casa compartida con Big por decisión de la agente inmobiliaria. Sin ganas de forzar la memoria para repensar el año televisivo que se acaba, para mí es el de la vuelta de las chicas de Nueva York a todo color. Son las cosas del querer.