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alberto soldado

VA DE BO

Alberto Soldado

Construir sueños contra la desesperanza

En estas fechas navideñas que pretendemos entrañables y cercanas a la exploración de los espíritus más sensibles para sacar de ellos expresiones bondadosas recuerdo el milagro del Padre Malaquías, una historieta escrita por Bruce Marshall, autor escocés convertido al catolicismo. El monje, en una apuesta con un pastor anglicano había pedido a su Dios que el cabaret cínicamente abierto frente a la iglesia parroquial fuera trasladado hasta la más lejana y alta de las rocas escocesas. Edificio, muebles y mujeres alegres, buenos chicos extraviados, todo vuela por el aire muy lejos de la parroquia. Las multitudes gritan ¡milagro!, se rezan tedeums pero el cardenal permanece a la defensiva: «A la Iglesia no le gustan mucho los milagros», manifiesta en su sabia vejez.

Así es que tras una temporadita de aluviones hacia la parroquia la gente se fue olvidando del milagro y el cabaret cuadriplicó su negocio en pocas semanas. El pobre monje recibió una lección sobre el valor de sus peticiones.

Escribe Charles Moeller: «Estamos en un tiempo de millones de víctimas que sufren; dos de cada tres hombres apenas tienen para vivir: la justicia parece una caricatura (…) Los cristianos vacilan ante una Iglesia perseguida; se acobardan ante la apostasía planetaria. Y no se sienten con fuerzas.» Habla el teólogo belga del «silencio de Dios» y se pregunta si el hombre será una «pasión inútil»… Eso fue escrito hace setenta años. Y nadie podrá discutir que esa conclusión es plenamente actual. Vivimos desorientados en una fría desesperanza. Y sólo desde un profundo cambio en la educación podremos recobrar el calor de los deseos que tanto se proclaman como obligada rutina de estos días.

Pienso en el valor educativo del cine. Recuerdo una soberbia película como «Los chicos del coro», dirigida por Christophe Barratier. El maestro de música, Clement Mathieu, construye con valentía un instrumento como el coro que permitirá creer en sí mismos a aquellos alumnos perdidos y obligados a los principios inalterables de la pedagogía de acción y reacción, del palo y el castigo despiadado a cualquier acción de justa rebeldía. Aquel maestro sintió en su alma la alegría de ver a aquellos muchachos: «siento en sus miradas el deseo de libertad para construir cabañas en el cielo…» Se trata de la frase que contesta a las dudas de los «milagros» como el del Padre Malaquías, y a la desesperanza de Moeller, cuando habla del «silencio de Dios y de la pasión inútil del hombre». Es posible, claro sí, construir cabañas en el cielo, sin caer en el silencio de esperar soluciones de quienes no sienten la pasión de creer en el hombre. Estamos a tiempo de recuperar la virtud de la esperanza en las nuevas generaciones y no someterlas al destino de la indignidad de la subvención; estamos a tiempo de construir, como el maestro de música, espíritus que miren a las alturas y crean en la posibilidad real de ver cumplidos sus sueños. Ilusionemos y no condenemos a la desesperanza a millones de jóvenes con grandes capacidades. La música es en «Los chicos del coro» el concierto metafórico de una lucha necesaria para escuchar sus voces, entender que el silencio es hermosa nota necesaria de una bella sinfonía. Y creer de nuevo en que esa es la palabra que buscamos y que con desesperanza decimos no escuchar. Se trata en el fondo de amar, dar la propia alegría del maestro para que los alumnos la tengan y construyan sin esperar. Sean protagonistas creativos de su historia personal.

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