Sin duda el eco más sonoro que a comienzos del nuevo año resuena del pasado a la mayoría de los españoles es esta interminable plaga bíblica que es el Covid. Al principio parecía que venía para quedarse dos o tres meses y pronto hará dos años que la tenemos entre nosotros. Ese tema se lo dejo a los médicos y a la Ciencia.

Modestamente escribiré de algunos ecos políticos del año que se acabó. Casado, después de su fracaso electoral en las elecciones autonómicas catalanas de febrero del año 21 -sólo obtuvo 3 diputados el PP de 135- quedó destrozado. Tanto es así que anunció que iban a vender la histórica sede de su partido en la calle Génova a la que se asociaba a reformas internas financiadas con dinero de la demostrada Caja B del partido de la gaviota.

Pero la política española es vertiginosa. Tres meses después, por enormes errores del PSOE y gracias a ese cadáver que se llama Ciudadanos, Díaz Ayuso obtenía una espectacular victoria en la Comunidad Madrileña. Eso fue un balón de oxígeno, para un partido en horas bajas. A partir de esa fecha las cinco encuestas de voto que se hacen en España cada semana empezaron a pronosticar que el PP superaba en votos y en escaños al PSOE y que junto a Vox podían alcanzar la mayoría absoluta. No deja de ser llamativa tanta encuesta electoral en un país en el que previsiblemente no habrá elecciones hasta cerca de dos años.

A Ayuso, sin duda una figura carismática pese a sus notorias carencias culturales, tal vez le convendría asistir a algunas sesiones de la Oficina del Español que dirige Toni Cantó, pues su sintaxis en discursos públicos es frecuentemente incorrecta, pero consiguió gran cantidad de votos procedentes del agonizante CS. Y con un mensaje de notoria inspiración «trumpista» –la libertad personal por encima de todo, la salud e incluso la vida de los demás o de uno mismo– muchos de Vox. Hay que decir que en la Comunidad Madrileña –no es la más poblada de España- es en la que más españoles han muerto en estos casi dos años de epidemia.

Pese a no conocerla personalmente me atrevo a aventurar que a la joven Dona Isabel se le subió el triunfo a la cabeza. Ocho meses después, finales del año 21, está en guerra abierta con la dirección nacional de su partido: que si el Congreso Provincial de Madrid se debe hacer en marzo o junio, que si los afiliados del PP madrileño podían hacer cenas de Navidad ante el nuevo aumento de contagios... Como puede comprobar el lector de estas líneas, asuntos todos que sin duda apasionaban a los madrileños.

Pero esta guerra interna del PP que se manifiesta públicamente casi a diario trasciende a todos los medios de comunicación incluidos los de derechas. Ayuso le ha lanzado un guante de duelo en toda regla a Casado. Don Pablo, excepto en su memorable discurso en el Parlamento, cuando la moción de censura de Abascal a Sánchez, está haciendo gala de una mediocridad notoria. Atenazado por el miedo a Vox, en realidad su discurso político no es muy diferente al de Ayuso y por eso se enzarza con ella en polémicas de gran trascendencia nacional como son las cenas de Navidad. Hasta los medios de comunicación madrileños más conservadores le están avisando que este duelo al sol es un tiro en el pie del PP.

Los llamados barones, los presidentes autonómicos populares, en general apoyan a Casado porque sí, sin ningún problema aceptan que Madrid es España, una obviedad por otro lado, pero las Españas son diversas y el discurso que en Madrid puede tener mucha aceptación no necesariamente lo va a tener en Andalucía o Galicia.

Y enfrente está el resistente. El presidente de un Gobierno Frankestein. Probablemente no es el que a él más le hubiera gustado. Pero ya dijo Cánovas hace más de un siglo que «no se pacta con quién se quiere sino con quién se puede». Con socios no gubernamentales imprescindibles para poder aprobar los Presupuestos del año 2022 como ERC, que hipoteca su voto favorable a temas tan vinculados a los Presupuestos Nacionales como que las plataformas digitales emitan el 6 % de su programación en catalán. Un presidente que por arrogancia o ignorancia promete que los españoles pagaremos a final de año lo mismo por la luz que en 2018.

Sin embargo ahí está él. Como poco hasta el año 2023. Pese a sus muchos errores, pese a que la mayoría de sus socios son de los que se creen que se puede conseguir todo y ahora. Sus rivales políticos le ayudan mucho. Más de lo que se creen. Tanto es así que consiguen que Sánchez parezca a veces hasta un estadista.