El pasado 31 de diciembre, pocas horas antes de finalizar el año 2021, fue enviado desde Bruselas a los estados miembros de la Unión Europea, el borrador que identifica las actividades que contribuyen a los objetivos de la política medioambiental y ayuda a comprender si una actividad económica es realmente sostenible. En la propuesta, se incluían entre las tecnologías de generación eléctrica «verdes y sostenibles» a la energía nuclear y al gas. La polémica estaba más que servida.

Las reacciones de unos y otros no se han hecho esperar. Unos la califican de disparate, un paso atrás, señal errónea. Otros se han apresurado a decir, por fin sentido común, valiente decisión adaptada a la realidad o el reconocimiento al excaso impacto ambiental.

Pero el texto de Bruselas hay que valorarlo acorde a su pleno contenido. No se trata del manido debate ideológico, inmemorial desde el origen de los tiempos, «energía nuclear sí, o no gracias». El borrador incluye tanto condiciones como límites de tiempo para calificarla como verde y sostenible. En el caso de centrales nucleares, únicamente tendrán esa consideración aquellas plantas que no causan daño significativo alguno al medioambiente, incluyendo la eliminación de residuos radiactivos y además su construcción se haya autorizado antes de 2045.

Es la fórmula realista de la Unión Europea para sacar adelante esta controvertida propuesta, consciente de la necesidad de la energía nuclear y el gas en el periodo de tránsito hasta 2050 donde todo debe ser renovable, libre de emisiones e impacto medioambiental. Europa, aún reconociendo en el texto que no son energías limpias, destaca su importancia y su necesidad para cubrir el abastecimiento energético en el camino de transición.

Pero lo que se dirime en el seno de la Unión, sin restarle importancia al debate energético, es algo más profundo y consistente, como bien ha sabido desde el principio la propia presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Layen, comprometiéndose personalmente en esta delicada propuesta. Lo que está en juego son los verdaderos cimientos de la Unión Europea al enfrentar al eje franco-alemán, cuyas posturas en este ámbito son completamente enfrentadas creando además dos bloques en los estados de la Unión a favor y en contra de la iniciativa europea.

Subyacen en la consulta a los veintisiete los miles de millones de euros en inversiones globales para el sector energético europeo que en el pasado ejercicio, según la Agencia Internacional de la Energía AIE, superaron los 800.000 millones de euros, de los cuales cerca del 70% fueron inversiones en nueva capacidad de generación renovable. Con la propuesta ganan terreno la nuclear y el gas que, etiquetadas durante la transición como verdes, sus inversiones se ven favorecidas bajo las condiciones expuestas al considerarse sostenibles.

Francia, el mayor productor de energía eléctrica de la UE con 56 centrales nucleares funcionando, junto con Polonia, República Checa y otros apuestan por la energía nuclear. Alemania, Austria, Dinamarca y España rechazan de plano la propuesta inclinándose hacia las renovables. Nuestro país ha puesto ya fecha de cierre entre 2027 y 2035 a las siete centrales nucleares que aportan cada año el 23% de la generación eléctrica. Debería estar planificado cómo se sostiene el sistema eléctrico sin esta contribución.

Los estados deben trabajar durante este mes de enero la propuesta para presentarla al Consejo y al Parlamento Europeo acto seguido. Para su rechazo sería necesario el voto en contra de 20 de los 27 países o bien suficientes países que supongan el 65% de la población de la Unión Europea como mayoría cualificada en contra. Parece muy difícil que esto suceda en la Eurocámara.

Lo más probable es que desde estos momentos, países, consorcios empresariales energéticos, fondos de inversión, agencias especializadas y sectores afines, estén trabajando las fórmulas de participación financiera que al menos los deje relativamente satisfechos al implantar la directiva europea. Conocíamos el blanco nuclear como el color de la gama más resplandeciente, intenso, limpio y luminoso. Ahora la Unión Europea nos descubre el Verde Nuclear como un nuevo color en la gama cromática, controvertido, efímero, fugaz, que poco a poco se va apagando, en principio hasta mitad de este siglo XXI.