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Tonino

LA SECCIÓN

Tonino Guitian

El románico contra una hormiga

Cuándo dejó de gustarle el románico a la gente de València? Me he dado cuenta de que una de las más pesadas mordazas históricas de este país está lanzada sobre una de las épocas más ricas y variadas de todos los tiempos. ¿Y por qué -se preguntarán- alguien habría de interesarse en boicotear la divulgación sobre el románico español? La respuesta la tienen debajo de sus narices: ¡Por el milenarismo! Estamos en plena decadencia de los bloques de poder. Con la peor crisis energética nunca conocida, que empezó desde la primera fogata de la Humanidad. En cuestiones de fe estamos agarrándonos a lo que podemos. Y en lo que respecta a los liderazgos, vamos a abrir las ventanas que entre un poco de aire. Por supuesto que todo esto lo vamos a arreglar pronto. Una de las cosas buenas del románico es su optimismo post pandémico, y su confianza en un renacimiento de la Humanidad y en el perdón.

¿Por qué se oculta a nuestros ojos este estilo, hasta el punto de haber eliminado hasta el parteluz de la puerta románica de nuestra catedral, pieza arquitectónica ineludible en la época? ¿Por qué los nuevos logos de nuestras banderas incumplen las más básicas normas de la heráldica? ¿Qué tienen los poderes ocultos que temer de las cotas de malla, de los dragones, de las señoras con gorros puntiagudos? ¿Hasta dónde vamos a llegar con tantas estilizaciones de lo mismo sin romper nunca con nada? Si me preguntaran a mí, cosa que nadie ha hecho, respondería que nos hallamos ante una negación de nuestras esencias culturales, históricas y corteses.

Corteses, porque hoy la ingeniería social se expresa de manera elegante para decir menos que nada, mientras que en el románico te hacían una gárgola que te duraba siglos diciendo cosas por su boca. Si el románico ha estado aquí, en alguna parte no mejorada por el prestigioso bufete de diseño equis, también lo tenemos dentro de nosotros, muy escondido en nuestro interior, como la voz que escuchaba Wendy en su interior cuando se acordaba a veces de Peter Pan y del País de Nunca Jamás.

Yo creo que a la gente le gusta el románico, pero muy pocos pueden expresar esa preferencia. Es como cuando la gente quiere más bancos, pero quitan sucursales. Tenemos en València un tapón con el románico que cuando explote yo preferiría estar en Nueva York, a ser posible con Chimo Bayo, escuchando gregoriano. Cuando reviente nuestra obcecación con el olvido, nos saldrá románico por las orejas: la Mostra será de piedra, el Mercado Central desaparecerá, habrá carril-caballo, nos pelearemos a espada, el Palau de les Arts se convertirá en una humilde capilla de planta simple y seguirá habiendo, como es natural, derecho de pernada.

Los románicos, es decir, la señoras y señores y niños de aquella época, sabían mucho mejor que nosotros que Cristo volvería para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el mal, produciendo la condena del diablo a perder toda su influencia para la eternidad y comenzar después con el Juicio Universal. Al intentar entender esto ahora, con todos los inventos que tenemos, se nos hace bola. Nos cuesta un poco creer en esas cosas si no nos las adornan un poco. Y eso de adornar no es cosa que se haga mucho en el románico: si acaso unas cuantas figuritas de piedra por aquí y por allá y unas arquivoltas.

Pero el resultado que obtienen sus artistas con apenas cuatro toques de sinceridad en sus cinceles, una sala rocosa en penumbra y una vidriera tosca, deja con la boca abierta a cualquiera. Se diría que una fatalidad te hubiera clavado en tu puesto para esperar a tu verdugo. No hay experiencia más reveladora que la primera vez que te introducen en esa especie de catacumba donde te falta el aire y lo único que quieres es salir y respirar aire limpio. Te ahoga la incertidumbre y solo quieres despejar dudas. El ambiente siempre sugestiona y esa relación causa-efecto fue el gran acto intelectivo del románico. Es el principio del razonamiento. La justa interpretación de las relaciones es el origen de las ciencias, la errónea interpretación de las relaciones es el origen de las religiones. Aunque un ordenador tiene muchos más datos que el cerebro de una hormiga, pero una hormiga resuelve problemas que ni un ordenador ni su programador sabrían resolver, ¿por qué será?

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