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Julio Monreal

EL NORAY

Julio Monreal

El mundo rural es futuro

El mundo rural es futuro

Hay esperanza. Si el siglo XX ha sido el de las ciudades, el de la concentración de la población en cada vez más grandes espacios urbanos, el siglo XXI será el de la vuelta del mundo rural al centro de las políticas públicas y al interés de la sociedad. Esa es al menos la tesis del catedrático de Economía y presidente del Comité Económico y Social de España Antón Costas, expresada esta semana en Castelló en una conferencia magistral dentro de la jornada «Un medio rural posible y necesario».

De ser cierta la tesis de Costas, el siglo XXI acaba de empezar, o al menos lo está intentando. Han pasado ya más de veinte años de nueva centuria y solo ahora parecen sentarse las bases para volver la mirada (y la acción) hacia un mundo rural que lleva desangrándose en España más de seis décadas, cuando en los sesenta comenzó el gran éxodo a las ciudades huyendo de una agritultura y una ganadería que no daban para comer en busca de oportunidades y mejores sueldos en la industria y los servicios.

Y si ahora se vuelve la mirada hacia el campo no es, por desgracia, por convicción. La Covid-19 tiene mucho que ver al haber puesto de manifiesto ante la ciudadanía la importancia de los espacios libres y naturales; la necesidad de aprovisionamiento de materias primas de proximidad y la cada vez mayor huella ambiental que las ciudades dejan. Como dice Costas, «ya hemos visto los límites del crecimiento económico y urbano y las disfunciones que provocan».

Por fortuna, conciencia no falta. En la jornada de Castelló organizada por el Comité Econòmic i Social de la Comunitat Valenciana que preside Arturo León, se ha podido comprobar la unidad de acción en la que se han conjurado la Generalitat, la patronal valenciana CEV, los sindicatos UGT y CCOO y otras instituciones como diputaciones y ayuntamientos para combatir y revertir el fenómeno de la despoblación. Unos 170 municipios valencianos, casi uno de cada tres, está en riesgo real de desaparición por la marcha de todos sus habitantes. El mapa de la despoblación valenciana que acompaña a estas líneas deja ver bien a las claras dónde está el problema: todas las localidades en peligro están en el interior, singularmente en las zonas montañosas de Castelló y Alicante, que son precisamente las que tienen más dificultades de accesibilidad y de servicios educativos y sanitarios, y las que menos oportunidades ofrecen en cuestiones básicas como la vivienda o el empleo.

La Generalitat que preside Ximo Puig tiene bien identificados los problemas y ha puesto en marcha algunas medidas, como no cerrar escuelas ni centros de salud; desplegar un abanico de programas de políticas activas de empleo y apoyo a la inversión; comprometerse a llevar la banda ancha a los pocos municipios que aún no disponen de ella; y hasta dar visibilidad especial con la denominada Ruta 99 a las 24 localidades que no llegan a cien habitantes para que se conviertan en puntos de atención de una sociedad solidaria y comprometida.

Sin embargo, aún falta mucho para que la población concentrada en las ciudades grandes y medianas deje de considerar el mundo rural como su trastero, un lugar al que acude de vacaciones o para cambiar de aires y relajarse. Y habrá que hacer grandes esfuerzos para que esa mirada cambie, empezando por dignificar los trabajos enmarcados en el sector primario, facilitar rentabilidad a los productos agrícolas y ganaderos del entorno; crear nuevos empleos vinculados a la digitalización, la sostenibilidad y la atención social y desplegar políticas que atajen el problema de la falta de vivienda en el medio rural, además de acometer planes que pongan en el centro del foco a las mujeres y los jóvenes, los grandes perdedores de la despoblación.

El mundo rural es futuro

Como dice el profesor Costas, la aparición de la globalización provocó el abandono de la industria y el cierre de servicios esenciales y líneas de ferrocarril presentando esas medidas como una fatalidad ante la que el mundo rural tenía que resignarse. Pero los economistas han visto hoy, añade, que el coste de emigrar es muy superior al de las políticas que hace falta poner ahora en marcha para reequilibrar el territorio. «Nos hemos dejado llevar por la idea de optimizar todos los recursos y la Covid nos ha obligado a pensar que necesitamos producir en nuestro entorno para ganar seguridad», señala el presidente del Comité Económico y Social.

Resistir, recuperar y reinventarse son las tres R que el profesor Costas considera necesarias para combatir la despoblación, tres propósitos que el presidente Puig ha asumido en la agenda valenciana contra este fenómeno empobrecedor. Y en esa línea, según la opinión de los dos, habrá que aprovechar los fondos europeos, no como un maná que repartirse sino como una oportunidad para asignar recursos a políticas que generen oportunidades ejerciendo un liderazgo que se exprese en iniciativas de cambio.

Conste que esta responsabilidad no es solo de las instituciones. El emprendimiento no es algo que se deba producir obligatoriamente en espacios acristalados con vistas al mar. El Comité Econòmic i Social valenciano que preside Arturo León pone en valor ejemplos como el de la Cooperativa Agrícola de Viver, un municipio de interior con 1.400 habitantes que tiene más de 500 socios y mantiene más de 60 empleos directos. Pasaron los tiempos en los que camiones cuba se llevaban a Italia el aceite de sus olivos y a la Rioja los caldos de sus viñedos. Con una gestión profesionalizada y unas enormes ganas de mantener e incluso incrementar la actividad económica y social del pueblo, la cooperativa envasa su aceite, su vino, sus almendras y nueces, crea productos innovadores y mantiene tiendas, supermercados y hasta una gasolinera. Haciendo bueno el dicho de que la unión hace la fuerza, la entidad que preside David Carot demuestra cada día que es posible permanecer en el lugar en el que uno ha nacido y generar riqueza y desarrollo económico para mantener la comunidad arraigada y dotarla de los servicios que necesita. Volver la vista hacia el mundo rural no es una cuestión romántica, como suele decir el presidente Puig. Es una necesidad de toda la sociedad, que se juega en ello un futuro con mayor calidad de vida.

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