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Juan Lagardera

NO HAGAN OLAS

Juan Lagardera

Errores juveniles de la política española

Hace unos años, en pleno apogeo político del Partido Popular, fue Ana Botella, alcaldesa de Madrid y esposa del expresidente Aznar, la que dejó un comentario lapidario sobre la política nacional (y no fue su celebrado con escarnio relaxing coup of café with milk). Vino a decir Ana Botella que habría que «disolver las organizaciones juveniles de los partidos», pues a esas tiernas edades, los jóvenes carecen de experiencia alguna. «Lo que deben hacer es estudiar», subrayó la mandataria madrileña, y luego «incorporarse al mundo laboral para tener experiencia», para saber lo que es trabajar y cobrar una nómina, o cotizar como autónomo, por ejemplo.

No le faltaba razón a Ana Botella, técnica del Estado y la mayor de una familia muy numerosa, lo que es evidente que le ha comportado un fuerte sentido de la responsabilidad. La proliferación de dirigentes políticos que transfieren directamente las organizaciones juveniles a la gobernanza de las instituciones ha ido en aumento en estos últimos años. Jóvenes que se afilian en la universidad y cuyo primer o inmediato trabajo se desarrolla en una concejalía o en un puesto de asesoramiento político, iniciando una carrera endogámica que, en los casos más sobresalientes, puede llevarles a las alturas.

Los ejemplos son abundantes, y lo son especialmente en los dos grandes partidos, PP y PSOE, que además de alternarse en el poder, suelen laminar a sus dirigentes clásicos en cuanto inician un nuevo ciclo de oposición-poder, convertido el llamado «cambio» en una especie de mantra revitalizador. De ese modo, la demanda de caras nuevas y jóvenes resulta una constante. Lo es hasta el punto de que una especie de «juvenalia» parece entronizada como pensamiento dominante en la sociedad española: Las idealizadas primaveras de El Corte Inglés, el romanticismo político de claro signo juvenil en Podemos y en su matriz del 15-M, el novedoso sistema democrático de naturaleza casi asamblearia en los gobiernos de las universidades o la demanda permanente de ayudas a los artistas jóvenes son algunas muestras de esa filosofía de la que hablamos y que se ha ido trasladando de modo paulatino a los partidos políticos más estables.

Obvia decir que existen excepciones, que el talento puede expresarse de modo natural en el ser juvenil. Pero Rimbaud o Mozart no hay muchos, suelen ser los menos en unas corrientes generacionales que, habitualmente, han de cumplir con sus ciclos de maduración lógicos y de sentido común. Más si cabe cuando la realidad actual se ha vuelto compleja y necesita de perspectiva y pausa para sobreponerse a las mascaradas, manipulaciones y medias verdades con las que se interfiere a la opinión pública.

A lo que nos referimos, me temo, es a lo ocurrido en el Partido Popular a lo largo de estos últimos días. Una crisis casi de chiquillería que ha llevado al más importante partido conservador del país al borde del abismo. Los tres tristes protagonistas del vodevil de la calle Génova responden al perfil descrito: jóvenes que han hecho su carrera por entero en la política sin haber pisado una oficina de empleo en toda su trayectoria. Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y hasta Teodoro García Egea, han llegado al éxito muy pronto sin haber acumulado experiencias y sin mostrarse particularmente brillantes y excepcionales, quizás salvo García Egea, cuyo carrerón académico resulta deslumbrante (ingeniero de telecomunicaciones, doctor, profesor asociado, investigador, con estudios en EEUU y el IESE), hasta que siendo ya concejal del ayuntamiento de su pueblo (Cieza) con 23 años le dio por ser campeón del mundo de lanzamiento de hueso de oliva. Toda una frivolidad juvenil para quien ha terminado por dinamitar el proyecto político de su amigo Casado.

Es el caso más remarcable de los últimos tiempos, pero los hay por docenas, muchos valencianos. Desde la ambiciosa aspirante a alcaldesa Sandra Gómez, al expresidente de la Diputación, Jorge Rodríguez, de una parte importante de la dirigencia independentista en Cataluña (incluido Pere Aragonés y Anna Gabriel, además de Ada Colau) al candidato de Vox en Castilla y León, un joven abogado en el bufete de su padre, Juan García-Gallardo. También el presidente popular andaluz Moreno Bonilla y otros populares históricos o actuales de aquí como Ricardo Costa, David Serra, Susana Camarero o Belén Hoyo… Curiosamente, en Compromís se ha dado el caso contrario, tal vez porque la vieja guardia del Bloc pactó con Mónica Oltra y Joan Ribó no dar paso a renovación juvenil alguna, como la que propuso el joven ingeniero de Fran Ferri, quien ha terminado dejando el ejercicio de la política.

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