Así lo han dado a entender, aunque sin citarlo expresamente, en una reciente declaración pública, las ministras del presidente Sánchez Ione Belarra e Irene Montero.

Es curioso y sumamente interesante que lo digan unas personas situadas políticamente en la izquierda y que forman parte del conjunto gobernante, que ha decidido, nada menos, que enviar armas ofensivas a una parte de los dos bandos en lucha, lo que supone prácticamente una declaración de guerra. Obsérvese, que se ha unido sin ambages al bloque militar más potente del siglo XXI, es decir a la OTAN, capitaneado por los EE.UU. Se trata, además, de un suministro doble: tanto en su calidad de miembro de la OTAN como por libre, en una emulación particular digna de mejor causa. Por ejemplo, defendiendo una acción activa basada en la actuación  diplomática y en la colaboración pacífica con todos los pueblos del mundo, tanto en lo económico como en lo cultural y social, sin exclusiones que casan realmente mal con la globalización impulsada por los avances tecnológicos recientes.

     Y parece lógico preguntarse, si no sería más coherente, salirse de un gobierno que así actúa, si de verdad consideran incompatible su decisión en un tema tan enormemente grave e importante. Tanto, que nos puede llevar directamente a una conflagración mundial al confrontarnos con una potencia nuclear de tanta consideración como la Federación Rusa, con los consiguientes resultados catastróficos no sólo para España, sino para la humanidad entera. Las ministras abogan por la diplomacia y no por la guerra, con lo cual, obviamente, no es difícil coincidir con un gran porcentaje de españoles que participó en el referéndum-trampa, supuestamente celebrado en contra de la entrada de España en la OTAN. (Recuerden lo de “OTAN, de entrada no”, eslogan promovido por el partido que hoy dirige en coalición  nuestro país).  

               A la hora de llegar a esta valoración, no debe olvidarse que el PSOE, gobernando,  también ha intervenido en otras guerras europeas muy sangrientas, como la guerra de los Balcanes, donde pilotos y aviones españoles bombardearon posiciones serbias en 1995, siendo  Serbia integrante de la República Federal Socialista de Yugoslavia, que se hallaba en práctica indefensión frente a los ataques de los aviones de la OTAN en ese momento. Eso sí, fueron llamadas misiones de paz. Estas guerras se cobraron cientos de miles de víctimas: unas 100.000 víctimas entre civiles y militares y 1.8 millones de desplazados. Como se ve, muchas más víctimas y desplazados que hasta ahora en la guerra de Ucrania. España contribuyó directamente a la destrucción de la economía, las infraestructuras de Yugoslavia, y a la muerte de civiles y militares, junto con otros países de la OTAN.  Es un hecho indubitable, aunque no me guste nada para mi país.

               Por tanto, a la vista de estas consideraciones, sólo resta que el lector valore la certeza o incerteza de las afirmaciones de ambas ministras de Podemos. Por mi parte, sólo digo: no a la guerra. OTAN no.