La plaza del Ayuntamiento de València es uno de los espacios más grandilocuentes e icónicos del cap i casal. En ella está representada la mejor arquitectura valenciana del siglo XX: Cayetano Borso, Javier Goerlich, Francisco Mora... que destaca sobre la modesta edilicia de la siempre inacabada plaza de la Reina.

Su traza es el resultado de un largo proceso edificatorio, con mucho de aleatorio, cuyo epicentro tiene su origen en la desamortización del Convent de Sant Francesc. Muy pronto el enclave sería el centro neurálgico de la actividad política, social y económica de la capital.

La remodelación de la plaza es una necesidad imperiosa para una metrópoli cuya presencia en el mapa internacional va asociada a la obra colosal y escenográfica de Santiago Calatrava en la Ciudad de las Artes y las Ciencias que, por mor de la presente sociedad del espectáculo, ha devenido en banal símbolo de esta vieja capital mediterránea.

La reurbanización de la plaza no deja de ser una intervención excesivamente acotada de acupuntura que, por su carácter aislado, resulta insuficiente para lograr una mayor dignificación del barrio de San Francesc.

En todo el proceso se echa en falta una visión más global y ambiciosa que no pierda de vista la significación de toda la Ciutat Vella, o al menos el entorno próximo de la plaza (de San Vicente intramuros a Pascual y Genís), caracterizado por los edificios erigidos entre 1920 y 1940. Sin un plan de conjunto las actuaciones fácilmente devienen parches inconexos.

La creatividad de nuestra gente ha sido reconocida distinguiendo a València como Capital Mundial del Diseño 2022, lo que exige un esfuerzo adicional por poner en valor un casco histórico, monumental y emblemático. La plaza es el referente indiscutible, pues personifica el «gran hall» representativo e institucional de la ciudad.

Indisolublemente ligada a las fiestas josefinas, las mascletàs son uno de los principales condicionantes para el diseño que definirá su futuro y al que aspiran a concretar los 26 equipos de profesionales que han pasado a la segunda fase del concurso convocado por la corporación municipal.

La plaza simboliza el gran foro cívico y el lugar en el que se desarrollan las principales manifestaciones populares, que preside la casa consistorial, a pesar de la invasión de franquicias que ha liquidado su personalidad comercial. De ahí la dificultad de cualquier acción de recualificación paisajística, dados los requisitos funcionales y de seguridad asociados a eventos tan multitudinarios.

Entre los despachos que concurren, todos ellos muy conocidos a nivel regional, aparecen también figuras relevantes del panorama nacional, lo que garantiza a los ciudadanos el que podrán conocer, valorar y opinar sobre un amplio abanico de alternativas y propuestas.

Ese es uno de los mayores valores de los concursos, el que frente a la solución única característica del encargo directo se presentan opciones y sugerencias fruto de diferentes sensibilidades creativas y con un amplio repertorio tanto de proposiciones formales como de objetivos de proyecto.

Muchas son las cuestiones que deben resolverse: la arqueología y la conveniencia o no de generar una cripta-museo, la mayor o menor peatonalización y las restricciones al tráfico, la vegetación arbórea, tapizante, el papel del mobiliario urbano y de la escultura, los límites visuales (Marqués de Sotelo, San Vicente,…).

La regeneración de las plazas del casco antiguo es una de las obras emblemáticas de la alcaldía de Joan Ribó que ha centrado, junto a la vicealcaldesa Sandra Gómez, el urbanismo de la ciudad en torno a un nuevo modelo de movilidad y a la peatonalización de las áreas de Brujas, Reina y Ayuntamiento.

Esta última permitirá no solo la recualificación del ágora cívica más característica y significativa de València sino también sacar a la luz los restos tanto de la plaza elevada en estilo casticista diseñada por Goerlich en 1929, como de las estructuras y cimentaciones monásticas del primigenio convento franciscano. El éxito o fracaso dependerá en primer lugar, de la calidad de las propuestas arquitectónicas cuya solvencia cubre con creces el historial de los profesionales que concurren. Pero también del papel y el acierto que tenga el jurado y, sobre todo, de lograr que el conjunto de la población se identifique y reconozca en el diseño.