Desde hace ya varios años el Movimiento de Hombres por la Igualdad viene realizando una campaña en torno al día 19 de marzo, día del Padre, señalando la necesidad de ejercer la paternidad desde una perspectiva igualitaria.

La forma en la que se ha ejercido tradicionalmente la paternidad tiene mucho que ver con la división sexual del trabajo; las funciones del hombre tienen que ver con la «producción» y las de las mujeres con las de la «reproducción». Esto es fundacional de la identidad masculina en tanto que «Pater Familia», definiendo la masculinidad como quien provee y protege a su clan, y esta forma de organizarnos genera desigualdad.

Históricamente los hombres hemos sido quienes hemos tenido el papel de aportar los recursos necesarios a la casa para que las mujeres, nuestras compañeras, se dediquen a administrarlo y gestionarlo de puertas para dentro. Nuestras compañeras llevan dos siglos y medio organizándose, desde la revolución francesa, para ser tratadas y tener las mismas oportunidades que nosotros.

Ya es una realidad consolidada que la mujer ha accedido a las relaciones laborales, aunque cabe señalar que todavía hoy existen índices de desigualdad injustificables (brecha salarial, menores posibilidades de acceso al trabajo,..). Esto lo han hecho sin que los hombres hayamos realizado el camino inverso, es decir asumir aquellas tareas de «reproducción» de la vida que nos tocan de forma corresponsable, provocando el fenómeno de sobrecarga por dobles y triples jornadas (la del trabajo fuera de casa, la del trabajo dentro de casa y la de los cuidados a menores y mayores).

Esas tareas «reproductivas» son aquellas que están en la base para que la vida pueda desarrollarse (reproducirse). Disponer de ropa para poder vestirse. Comida en casa para cocinar. Limpiar la casa y tener los productos necesarios para hacerlo. Ocuparse de la relación con el profesorado de nuestros hijos e hijas, ocuparse del desarrollo su salud. Acompañarlos en su proceso de crecimiento, facilitándoles la comprensión del mundo complejo que observan desde su posición, ayudándoles a comprender y gestionar emocionalmente las situaciones. Y muchas otras tareas relacionadas con la «reproducción» de la vida que todavía, mayoritariamente, son nuestras compañeras quienes las asumen.

Ante esta situación los hombres tenemos la responsabilidad histórica de contribuir a un cambio cultural que siente las bases para entender la masculinidad y la paternidad de formas diferentes, más relacionadas con el cuidado, con la empatía y con la dimensión emocional de las relaciones.

Es un ejercicio que nos beneficiará a los hombres a corto, medio y largo plazo, pero sobre todo vendrá a equilibrar una relación basada en la desigualdad en la que la peor parte se la llevan nuestras compañeras. El reto es construir relaciones corresponsables en las que las que las tareas y los tiempos sean pactados desde la igualdad.

Este es un cambio cultural con el que los hombres individualmente nos hemos de comprometer, pero para ello, a la vez, hay que remover dificultades que objetivamente lo imposibilitan. Estas dificultades tienen que ver con las obligaciones laborales en un contexto de precariedad laboral generalizada. Y es por ello que se hace necesario intervenir desde las administraciones públicas para favorecer la construcción de relaciones igualitarias.

Elementos como los permisos de maternidad y paternidad igualitarios, eliminar la brecha salarial, eliminar las dificultades que soportan las mujeres en su acceso a las relaciones laborales, repensar los tiempos de trabajo «productivo» y los de trabajo «reproductivo»,.. son elementos que posibilitan ese cambio cultural.

En estos momentos desde el Ministerio de Igualdad al cargo de la ministra Irene Montero se está avanzando de forma decidida hacia ese paradigma en el que se pone la vida de las personas en el centro y por tanto se conciben las relaciones humanas desde la cultura de los cuidados. El Plan Corresponsables del Ministerio de Igualdad pone el acento en la necesidad de establecer una red de cuidados garantizados por las administraciones públicas, que en el caso del PV se sustenta en los 16 millones de euros que se destinan para este fin.

Pero no descubro nada si afirmo que todos esos avances que se están produciendo corren el peligro de desvanecerse si no somos capaces de apuntalar desde los resortes democráticos un bloque de gobernabilidad progresista que garantice la continuidad de estas políticas, frente a la amenaza de quienes niegan la desigualdad incluso negando la violencia machista.

Por justicia, por solidaridad, por empatía, por igualdad, pero ahora también por convicción democrática es necesario avanzar, desde los poderes públicos y, desde cada uno de nosotros hacia un paradigma igualitario que destierre opciones de organización social autoritarias y limitantes del desarrollo del desarrollo humano.

Por todo ello y para avanzar en ese camino el 19 de marzo, celebraremos el Día del Padre Igualitario.