En la madrugada del día 24 de febrero recibí una llamada para decirme que Rusia había empezado a bombardear la ciudad de Járkov en Ucrania. Me pareció increíble. No podía imaginar que en pleno siglo XXI esto pudiera ocurrir. Efectivamente al poner la televisión, la noticia estaba ya en todos los medios, y los días posteriores fueron confirmando la escalada destructiva del conflicto. Una situación que iba a provocar la desesperación de la población ucraniana y una oleada de refugiados dispuestos a poner salvo a sus familias huyendo del país.

Pensé que podía ayudar, llamé a algunos de los amigos con los que en ocasiones he trabajado en misiones de ayuda humanitaria de emergencia. Habíamos hecho muchas cosas: desde el primer convoy humanitario que sacamos de España en 1988 hacia África (una expedición de 3 meses y medio y casi 19.000 kilómetros), el primero en la historia española; la entrada en la Guerra de Ruanda para montar el primer dispensario médico de la mano de Farmacéuticos Mundi; la asistencia a campos de refugiados en Tanzania; o los convoyes de ayuda humanitaria a la guerra de Kosovo. Hemos participado en distintas acciones, en mi caso principalmente en África, a donde he llegado a realizar transporte logístico, o llevar una Ambulancia por tierra hasta Bamako (Mali).

La conclusión a la que llegamos fue clara: había que moverse lo antes posible con los recursos de los que disponíamos para tratar de rescatar a las personas que querían salir de Ucrania. El 1 de marzo, Benito Pajares, fotoperiodista jubilado con el que tengo una larga relación por otros proyectos en África, ya estaba en la frontera de Polonia, justamente en Przemysl, integrado en la Fundación Juntos por la Vida, una ONG con una amplia trayectoria en la asistencia a ucranianos a través de traer niños afectados en Chernóbil desde hace 30 años. Su experiencia iba a ser clave, no se puede ir a ayudar de cualquier manera, es fundamental hacerlo a través de una organización sólida, y experimentada.

Estaban ya en primera línea de ayuda y podían dar soporte de acogida y alojamiento en Valencia a los refugiados. Así que pensé que lo mejor que podía hacer era darles soporte logístico de transporte a través de la empresa Consultia Business Travel, de la que soy fundador, para fletar conjuntamente un autocar que viajara hasta la frontera y pudiera traerse a las familias a Valencia para su acogida. Era una pequeña gota en un océano, pero podía servir de referencia para otros. Por otro lado, entré en contacto con PLAST, la asociación de boy scouts ucranianos en Valencia, y rápidamente se corrió la voz entre la comunidad ucraniana de que podíamos dar cobertura de transporte a las familias que querían venir. Y ahí montamos un equipo de habla rusa y ucraniana que recogía las peticiones y las canalizábamos al equipo de Juntos Por la Vida en la frontera. La comunidad ucraniana en Valencia disponía de un local donde recogían material de ayuda humanitaria para llevarlo en los propios autocares.

Todo adquirió forma en una reunión de urgencia en el Consulado de Ucrania en Valencia de la mano de Pablo Gil, cónsul de Ucrania, donde todas las partes nos juntamos para empujar el operativo. El 4 de marzo un medio valenciano se hacia eco de la operativa y empezaron las llamadas y apoyos de otros empresarios y de la sociedad civil. Nuestro objetivo: sostener un corredor humanitario entre la frontera en Polonia y Valencia que nos permitiera rescatar familias de una forma organizada. No solo hay que localizarlos y traerlos, sino que hay que darles una alternativa de vida, alojamiento o acogida, y ahí la labor de Juntos por la vida era la clave.

Pronto empezaron a sumarse colaboraciones privadas que dotaban de recursos económicos a la fundación para sostener toda la logística, y otras colaboraciones privadas que ayudaban a mantener la línea de transporte. Empresarios que en muchas ocasiones han querido pasar anónimos pero que su aportación ha sido vital, como la de Eduardo Ferrán, director de Alfaship, o la directora del Colegio Mas Camarena, Maite Marín, o la dirección de National Atesa Enterprise, y otros muchos que están sufragando cada pieza de este puzle clave para dar mantener una ayuda esencial.

Actualmente son ya muchas las personas rescatadas. Mientras escribo este articulo me preparo para recepcionar otro autocar que llega a Valencia. Trabajamos en preparar la salida de los autocares, coordinar su punto de partida, la carga que llevarán, si viaja algún intérprete y mantener el hilo de comunicación con el equipo de la frontera calculando la hora de llegada y en qué momento deberán iniciar su regreso.

Tras esta acción, que arrancamos casi desde el origen del conflicto armado, he visto con alegría la cantidad de iniciativas similares que se han desarrollado en toda España. Nosotros esperamos que sigan apoyándonos, para que este «cordón umbilical» que hemos establecido no se detenga, desgraciadamente esto solo acaba de empezar.

Hasta ahora, la Fundación Juntos Por la Vida ha gestionado el traslado a Valencia de unas 450 personas ucranianas en 6 autobuses, caravanas y avión. Las donaciones de particulares y empresas, así como la colaboración de la sociedad en general, han permitido el viaje de un primer autobús, abriendo el camino de esta ruta humanitaria.

Por mi parte, estoy agradecido de haber podido contribuir con dos autobuses, cambiando la vida de unas 100 personas. Aunque sin olvidarnos de que esta pequeña contribución es tan solo una gota de agua en un océano.