P arece un eslogan muy manido pero hoy es más cierto que nunca: el campo toma la ciudad. Hoy, 20 de marzo, como colofón de la campaña de movilizaciones del sector agrario, cientos de miles de personas estamos en Madrid para defender un campo vivo, seguro, digno y justamente valorado por toda la sociedad. La tabla reivindicativa que llevamos es prácticamente la misma que hace 10, 20 o 30 años, apenas ha sufrido avances, todo lo contrario, cuando aún no se soluciona un problema surge otro peor. Es la prueba de que la clase política valenciana, española y europea, gobierne quien gobierne, ha pasado de nosotros, que el europeo es un proyecto inacabado para todos sus ciudadanos y que tiene a la agricultura mediterránea totalmente abandonada. Preocupados solo por la intención de voto, los políticos están asumiendo los planteamientos ideológicos de aquellos colectivos que son capaces de imponer un discurso, por muy alejado de la realidad que esté. Por ello diseñan políticas agrarias que nos hacen la vida imposible y nos echan de nuestras explotaciones. Y esto ocurre al mismo tiempo que esos mismos políticos, fariseos hipócritas donde los haya, se rasgan las vestiduras ante el despoblamiento rural, la defensa de la soberanía alimentaria o el papel estratégico de la agricultura. Crean un espejo vergonzoso de palabras frente a hechos, un espejo que se rompe a añicos y que cada vez será más difícil de recomponer. La gran manifestación de hoy es la mejor manera que entienden los políticos de hacernos visibles y de impactar en su agenda. Pese a ser el día después de San José, entre Fallas y Magdalena, somos muchos los que hemos acudido porque sabemos que o somos reivindicativos o no seremos nada. Si las previsiones se cumplen, la gente que haya venido se sentirá orgullosa de participar en una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos tiempos. Y la gente que se haya quedado en casa oirá durante años los ecos de esta protesta y le sabrá mal no haber ido. A esos les digo que después no se quejen y no pregunten qué hacemos los demás por ellos. El 20M debe ser el punto de inflexión del sector que grita hasta aquí hemos llegado. A la hora de votar, la gente del campo ha de pensar en conciencia y fijarse menos en las palabras y más en los hechos.