La europona; el continente avejentado que pronto será paupérrimo a fuerza de bienestares, egoísmos y decadencias; el crisol de la cultura, que ha cortado su raíz con el hacha del dinero; la cuna de la filosofía, que ha vendido el saber por un plato de utilitarismo; la bisabuela del mundo, que se ha vuelto cobarde, sedentaria y calculadora; la que antaño dominó el orbe integrando la razón y la fe degenera hogaño en sabandija crematística, y eso la hundirá —la está hundiendo ya— en la miseria. Prefiere, desde hace poco —poco en términos históricos—, hacer negocios a desarrollar el pensamiento. Ya no es la civilización pujante que fue, porque la pujanza tiene lugar cuando se cultiva la propia esencia, la originalidad medular, y la médula europea son —han sido siempre— las ideas. El mundo ha evolucionado en veinte siglos a remolque de las ideas europeas. Europa vino a ser la vieja Europa —título que la barnizaba de prestigio y la dotaba de ascendiente sobre las otras culturas— a base de filosofar, de concebir y dar a luz frutos del entendimiento; pero llegó la ponzoña materialista, la confusión, la teletienda, el apantallamiento, la morbidez intelectual, y se le desplazó el eje. Quiso hacerse mercader, allegar dinero, vestirse de púrpura, competir con el oriente pisando en falso. Ya no hace pie; ha dejado, entre otras cosas, que la China le compre la deuda, que le teja encima la telaraña sutil —todo lo chino es muy sutil— de la seda, de la ruta, de la trampa, y ha permitido —ha pedido— que le fabriquen allá lo de aquí. Occidente deja de ser mientras oriente persevera como nunca. Europa ya no mana teorías; China rebosa estrategias; y Rusia, el oso que hibernaba soñando revoluciones e incubando extravagancias, con el fragor del anonadamiento grecolatino ha sacado el hocico del cubil. No sabemos, a esta hora, si acabará sacando el corpachón entero, aunque lo tememos, y bastante. La vetusta Europa, de momento, se abellaca en vejestorio europoncio, y todo parece indicar que proseguirá el declive hasta quedar en pobre, paupérrima europona. La Europa rica y dominante ha caído en el cepo del bienestar; come, bebe y se oxida —envejece—, para seguir comiendo, bebiendo, amojamándose y haciendo reverencias al asueto. Europa, la pobre, que por su tradición milenaria debería estar suministrando al mundo claves para encarar el momento presente, hace décadas que se ha entregado a la flaccidez de la holganza y el refocilo. Perdido el afán de inspirar a la humanidad, apagada la llama del pensamiento, frío su centro espiritual y trascendente, la europona para en pobrísima europona, en una Europa indigente, harapienta y famélica. Llega la dependencia total, el gasóleo prohibitivo, la evaporación del ahorro, la inflación aterradora, el desempleo agudo y el delirio colectivo. Viene la humillante sumisión, la cartilla de racionamiento y la emigración forzosa; la propaganda, el frío, el pan duro y el miedo. «Tenlos pasando hambre y dales el rancho a sus horas», que decía el jefesote bolchevique. Ucrania somos y seremos todos. Ucrania es nuestra nueva condición. Seremos arrasados, reeducados, absorbidos y lobotomizados. Constituiremos un tierno bocado para la China voraz y agazapada. Porque Rusia es el troll de las cavernas, el bruto que abre boquete a cabezazos; pero China es el cerebro, el Maquiavelo, el Rasputín, el marrajo que aguarda y sonríe, que calla y afila, de tapadillo, el cachetero económico.

Albergue del ocio, el vicio y la molicie; solar de la orgía, el exceso y el despropósito; escenario de la desnaturalización; hoguera de las vanidades: la civilización europea decae, como decayó Roma, por hemorragia de ideales. Quiso hacerse rica de dinero y se le ha empobrecido la identidad. Abrazó el comercio, que no era lo suyo, y abandonó la elucubración, que sí lo era. Europa, la pobre, ya no sabe quién es. No sabe cuándo ni cómo. Sólo sabe alargar la mano, con la escudilla vacía, esperando que se la llenen. Ella, que nutrió al mundo, pide hambrienta su ración. Le pondrán lo que quieran. Probablemente un bodrio purulento, una bazofia vomitiva con palos de soviet y estopas de gulag. Europa mengua y agoniza, empobrece y se ucraniza por intentar ser lo que nunca fue, por haber arrinconado el empuje incontrastable y absolutamente renovador de la razón y la fe, del pensamiento y la espiritualidad. Antaño bisabuela del mundo y hogaño irrisión de las gentes.