Al analizar la historia del siglo XX se observa que muy pocos regímenes, diría que ninguno, has sucumbido como consecuencia de las sanciones impuestas desde el exterior, y más todavía si esas sanciones son promovidas por potencias cuyos intereses prevalecen sobre la hipotética «justicia» de la sanción. Encontramos varios ejemplos muy cercanos: ¿cómo acabaron las sanciones y el aislamiento exterior de la España de Franco después de la Segunda Guerra Mundial? Pues con un recrudecimiento del hambre de la población española pero con un fortalecimiento del régimen al que se pretendía arrumbar, hasta el punto que el presidente de los Estados Unidos recibía un baño de multitudes acompañando al dictador que se quería derribar pocos años antes.

Otro ejemplo cercano pues Cuba siempre ha estado sentimentalmente muy cerca de los españoles, fue el embargo al régimen comunista de aquel país. Mucho sufrimiento para la población cubana, un nivel de renta ínfimo, pero ahí sigue el castrismo sin Castro. Y además, la propaganda oficial, que llama bloqueo al embargo aún vigente, tiene un argumento para perpetuarse y defender su política: ¡la culpa de todo es de quién nos embarga!. Lo mismo se podría decir de Irán cuyas sanciones repiten el modelo habitual: padecimiento de la población, de la gente normal y corriente; y fortalecimiento del régimen de los ayatolás que se pretendía derribar.

En el caso de Rusia, país que cuenta más de 17 millones de kilómetros cuadrados, es decir la séptima parte de la tierra emergida, más superficie que la Antártida, con lo que ello significa en posibilidades y recursos para una población importante (146 millones de habitantes en 2021) pero no abundante (8,6 habitantes por kilómetro cuadrado), dos de sus características todavía hacen más inútiles las sanciones:

1ª.- La economía rusa no depende del resto de Europa y puede bascular hacia Oriente, con lo que el poderío de China y su marcha a primera potencia económica mundial se va a acelerar al incorporar en su área de influencia a la citada economía rusa.

2ª.- La economía rusa se basa en exportaciones de gas y petróleo, productos que tienen garantizada la venta en los mercados internacionales.

A estas dos características hay que añadir una circunstancia que hacen a Rusia poco vulnerable a las sanciones occidentales sobre sus reservas y bienes en el exterior: la economía rusa se puede resarcir de las sanciones por medio de la intervención, sea por la vía de la nacionalización o por otra vía, de las propiedades e inversiones de empresas occidentales en Rusia a modo de indemnización por los daños ocasionados.

Es cierto que los dirigentes rusos no esperaban las sanciones económicas, tal vez valoraron como posibilidad que los embajadores occidentales se marcharan de Moscú, y otras medidas diplomáticas por el estilo (que dicho sea de paso no se han planteado, cuando la retirada de embajadores es una prueba clara de reprobación), pero no esperaban sanciones económicas. Y no las esperaban porque su teoría diplomática está muy asentada en la «real politik», cuya primera premisa es no hacer nada que me perjudique. No cabía en la cabeza de los diplomáticos rusos que la Unión Europea iba a establecer unas sanciones que en vez de perjudicar al sancionado iba a empobrecer gravemente y con carácter inmediato a los ciudadanos europeos y que, además, iban a acelerar la pérdida de peso específico de Occidente en el concierto mundial, tanto en aspectos económicos como diplomáticos y bélicos. Un Occidente que, para mayor contradicción, en su estrategia renuncia a algunos valores que dice defender como el de la seguridad jurídica, como se ha visto en las medidas adoptadas contra personas físicas concretas en las que se les privaba de derechos sin juicio previo (¿dónde ha quedado la presunción de inocencia?) y sin aprobación de leyes en sede parlamentaria que diera cobertura jurídica a esos recortes de derechos fundamentales, como el derecho de propiedad (¿dónde ha quedado el principio de legalidad?).

Si el conflicto en Ucrania fuera una partida de ajedrez, todo indica que la Unión Europea va a perder la partida porque ya ha entregado un peón (Ucrania) para comerse una torre (Rusia), pero puede ocurrir que la Unión Europea pierda la reina, lo que con el paso del tiempo la acerca a recibir un jaque mate. Y todo esto sin entrar en qué Europa puede quedar si la pérdida de seguridad jurídica, del principio de presunción de inocencia y del principio de legalidad se convierte en práctica habitual de su política.