Las dos nacieron en Madrid y se dedicaron al arte de escribir. La primera fue escritora, periodista, dramaturga y crítica musical. La segunda fue, sobre todo, novelista aunque también escribió relatos breves y artículos de opinión en un diario de tirada nacional. Ambas, de una manera u otra, dejaron constancia de la Guerra Civil española y de la historia silenciosa y silenciada de nuestro país. En otras palabras, ambas recuperaron el testimonio de quienes vivieron aquella contienda a fin de hacerla pública y visible. Ellas son Carlota O´Neill de Lamo y Almudena Grandes Hernández y merecen reseñarse en este mes de marzo vinculado a las reivindicaciones de las mujeres en su lucha por la igualdad. Sus esfuerzos por recuperar los recuerdos que se transmiten de generación a generación y que conforman nuestra memoria colectiva, son dignos del mayor reconocimiento. Sin embargo, ni la primera es lo suficiente conocida como tendría que serlo, ni la segunda, a pesar de ser una autora premiada y leída a nivel internacional, se ha librado de las reticencias con las que quisieron recientemente mermar su valía literaria. En resumidas cuentas, la desconsideración hacia sus obras es un claro exponente del déficit democrático que aún pervive en nuestra sociedad y que se alimenta con discursos populistas contra quienes no piensan igual ni comparten las mismas ideas políticas.

Por una parte, Carlota O´Neill nos dejó el relato directo de la desolación y el horror de la guerra. Se encontraba en Melilla la víspera del Alzamiento nacional. Allí había llegado días antes con sus dos hijas y su marido que había sido destinado a la base de hidroaviones del Atalayón de la ciudad. Esta circunstancia le permitió conocer en primera persona la sublevación del 17 de julio de 1936 y la batalla que se libró en aquel lugar. A ella se debe la primera crónica de la guerra civil española, un texto que escribió apresuradamente y por el que fue condenada a pena de cárcel que cumplió en el Fuerte de Victoria Grande. Estando en prisión, supo que su esposo había sido asesinado, un dolor inconsolable al que se sumó la separación de sus hijas. Fueron cuatro años en aquella inhóspita prisión que compartió con otras mujeres y cuya experiencia narró en la Romanza de las rejas y en su autobiografía titulada Una mujer en la guerra de España. Protagonista de su propia obra, forma parte del conjunto de periodistas y reporteras que en aquella época unieron a su profesión su condición de ser mujer. Gracias a ellas ha podido documentarse una historia que estaba condenada a desaparecer y a no contarse. A ese grupo de mujeres pertenecieron María Luz Morales Godoy, Irene Lewy Rodríguez y Marina Ginestà Coloma. Todas ellas describieron lo ocurrido en aquellas fechas, defendiendo los ideales de igualdad, justicia y libertad con la esperanza de conseguir para las mujeres una ciudadanía más plena.

Por otra parte, Almudena Grandes pertenece ya a otra generación de mujeres pero participa de la misma voluntad de reflejar lo sucedido en nuestro país durante el siglo XX. Su intención fue mostrarnos lo que pudimos haber sido de no haberse sesgado tantas vidas y truncado tantas esperanzas. En sus novelas, aquellas que inicia en su segunda etapa literaria con su libro Corazón helado y que escribe con registro galdosiano, rastrea las vivencias de quienes padecieron la represión y el duelo en silencio. Para ello, se documenta metódica y minuciosamente y recopila numerosos hechos y datos objetivos así como testimonios e historias de vida. Se sirve de la realidad del país para crear un cosmos literario que nos ayude saber quienes fuimos en el pasado y quienes somos en el presente. De hecho, en sus obras organiza y estructura literariamente los recuerdos que sustentan la memoria colectiva. Por este motivo sus novelas nos presentan lo sucedido de manera más amplia y profunda, todo lo contrario a la visión monocorde y la frialdad recopilatoria de unas fechas aprendidas. No en balde, a menudo afirmaba que sus novelas eran sobre la historia pero no históricas o bien que eran políticas pero no panfletarias.

Para ambas el pasado no puede cambiarse. Sin embargo el sentido de lo que pasó no está fijado del todo y sigue siendo una asignatura pendiente deconstruir la visión unilateral con la que nos han contado los hechos. Elegir otros puntos de vista y recuperar la voz de quienes, por ser mujeres y por sus ideas políticas, fueron doblemente excluidas, es un buen comienzo. El principio lo relató Carlota O´Neill en aquellas cinco cuartillas que escribió deprisa y con urgencia en Melilla. El resto lo ha ido narrando Almudena Grandes al desvelar el efecto que la guerra tuvo en el carácter moral y sentimental de nuestro país y que llega hasta nuestros días. Alcanzar una visión completa de esa historia silenciada que atraviesa a todas las familias es algo más que un desagravio, ayuda a comprendernos mejor en el presente y a no encender mechas que luego no puedan apagarse.