Eran 400.000 personas? ¿500.000? ¿150.000? El baile de cifras es, en realidad, lo menos importante en estos momentos. Las imágenes de la gran manifestación del pasado domingo en Madrid son suficientemente elocuentes para que cualquiera que las haya visto entienda la gravedad de la situación por la que atraviesan todos los agentes económicos vinculados al medio rural. Y entre ellos, por supuesto, los agricultores y ganaderos. ¿Pero cómo hemos llegado a esta situación? Las causas son variadas. La concatenación de problemas nos ha conducido a un punto de no retorno, en el que es más necesario que nunca garantizar el suministro de alimentos sanos, seguros y de calidad a la población, a precios asequibles para los consumidores y que generen rentas justas para los productores, que garanticen la continuidad de su actividad en el futuro. Y es que venimos saltando de problema en problema. Los más recientes, la huelga de transportes, de las que las cooperativas agroalimentarias valencianas han salido mejor paradas que las de otras regiones españolas; y la guerra de Ucrania, con las disrupciones que ha provocado en los mercados y en las cadenas de abastecimiento de productos básicos. Y estos llegan en un momento en el que parecía que nos recuperábamos de los efectos de la covid-19. Llegó a nuestras vidas cuando ya andábamos con el pie cambiado por cuestiones como el impacto de plagas y enfermedades en los cultivos, las laxas normativas comunitarias en materia de sanidad vegetal o los acuerdos comerciales firmados por la UE con terceros países, muy perjudiciales para nuestros intereses y que han generado graves situaciones de desigualdad en el acceso a los mercados. Ah, y entre medias estuvo el brexit, que alteró las condiciones de acceso a un importante mercado como el británico y tuvo sus efectos en cuestiones clave como el presupuesto de la PAC. Antes de eso, en 2014, tuvimos el veto ruso, que cerró un destino fundamental para nuestras exportaciones y provocó una desestabilización de los mercados comunitarios. Como pueden ver, no ganamos para disgustos. Y, sin embargo, nuestros agricultores y ganaderos siguen trabajando sin descanso, nuestras cooperativas siguen produciendo y comercializando y nuestro sector sigue siendo clave para la economía valenciana y nacional, por mucho que, revés tras revés, nuestro futuro esté cada vez más comprometido. ¿Hasta cuándo debemos aguantar? Es necesario un cambio YA.