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alberto soldado

VA DE BO

Alberto Soldado

El genio maltratado de España

La Ópera de Viena Twitter @OperaInVienna

El maravilloso mundo de internet nos permite escuchar el intermedio de «La Boda de Luis Alonso» por la orquesta de la ópera de Frankfurt. ¿Cómo reaccionará el imperturbable público alemán ante la belleza melódica de esta pieza de Gerónimo Giménez? Los impenetrables rostros de los músicos teutones parecen reservar para sus adentros toda la emoción que brota de cada uno de sus instrumentos. Suenan como si el genio del alma española se hubiera trasplantado a las entrañas de la patria de Goethe. El público alemán, que escucha embelesado, responde con una explosión de vítores. Y el español que disfruta ante el ordenador de una magistral interpretación, piensa, emocionado, en España. En lo que ha creado España a pesar de España.

La radiotelevisión austriaca ofrece un concierto desde el palacio de la ópera de Viena. Garanca y Álvarez cierran el programa con la jota del Dúo de la Africana de Fernández Caballero. Grandioso éxito en un marco escénico incomparable. Y el español común siente orgullo de que, la escasamente valorada zarzuela en el país que la crea, atrape los sentidos de quienes la escuchan en los escenarios de todo el mundo. ¿Cuántas bandas y orquestas sinfónicas, en España, incluyen en sus programas música española?

Al igual que cada individuo necesita valorarse para, desde el empeño de superación, alcanzar la autoestima, las naciones, que son sumas de individuos, necesitan autoevaluarse con la generosidad suficiente para que prevalezca el lado luminoso sobre las sombras de su historia. Eso hacen los británicos y sus hijos norteamericanos que no dudan en engrandecer hechos históricos favorables, ocultando cualquier atisbo de oscuridad. Cuando en la Monarquía Hispánica, aquella que respetaba fueros y era suma de diversidades, la Escuela de Salamanca se preguntaba sobre la legitimidad de la Conquista de América y creaba las bases de los derechos humanos; cuando sus reyes dictaban leyes de protección de los aborígenes y se impulsaban universidades; cuando se creaban pueblos y ciudades de interior y cátedras de lenguas originarias, en Inglaterra se castigaba con pena de muerte por alta traición a quien cuestionase su política imperial. ¿De qué tiene pues que avergonzarse España?

La crisis que vive España, y que en estos días se presenta con toda su crudeza es, fundamentalmente, una crisis de identidad, un estado de duda permanente que la paraliza, la divide y la debilita. El sistema cruje en sus fundamentos sin que nadie acierte a sugerir soluciones, porque toda terapia a esta crónica enfermedad requiere de amputaciones que afectan al andamiaje construido y sostenido por millones de intereses. Un andamiaje que se inicia con una falsificación de la historia y que alcanza a pervertir toda la política.

Los españoles se encuentran huérfanos de políticos que desde el profundo respeto a la aportación histórica de España, - sólo el que se respeta a sí mismo, ganará el respeto de los demás- mire al futuro lejano con la generosidad de quien sirve al bien común. No podemos abandonar el sector primario pues sin él no hay pan. Y lo hemos abandonado. No podemos depender de la producción de otros países. Y hemos desmantelado nuestras industrias. No podemos fiarnos de la buena voluntad de vecinos que nunca jamás cumplieron con la palabra. Y ni siquiera sabemos disimular el miedo. Se trata de comprender que la caridad empieza con uno mismo. Por eso, me ha emocionado ver cómo se emocionan alemanes oyendo la belleza musical creada por el genio español. Por eso me emociona saber que los polacos reconocen que sólo ven españoles en su tierra dispuestos a recoger refugiados ucranianos. Me emociona y me duele saber de la grandeza de un pueblo solidario, maltratado desde dentro tanto o más que desde fuera.

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