Desde hace mucho tiempo se está trabajando desde las organizaciones públicas para incrementar la concienciación del uso responsable y prevención de la contaminación del agua.

Cuando pensamos en agua, inconscientemente nos viene a la cabeza la de ríos, embalses, mares u otras cuencas en superficie, que es la que está visible a nuestros ojos. Sin embargo, el 99% del agua en estado líquido, excluida la salada, es imperceptible, ya que es agua subterránea repartida de forma desigual por el planeta. Por ello, es necesario, dada la escasez de agua en muchos lugares, sensibilizar e impulsar su adecuada gestión. 

 Con el fin de dar visibilidad a este recurso, en estos días en los que se conmemora el Día Mundial del Agua, la ONU ha publicado el Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2022 que pone de manifiesto el potencial de estas aguas, pues aportan beneficios sociales, económicos y medioambientales, entre los que destaca la adaptación al cambio climático. La puesta en valor de las aguas subterráneas por parte de la ONU no tiene otro fin que concienciar a la población sobre este recurso que, quizás por desconocimiento o invisibilidad, se tiende a subestimar, derivando en mal uso e incluso sobreexplotación.  

 El agua subterránea es un bien natural, que fruto de una inadecuada gestión podría agotarse. Esto ocurriría cuando la extracción o movilización de agua supera la capacidad de recarga natural que depende, entre otros, de las precipitaciones, nevadas, deshielos o de la filtración. Es obvio que el clima y el cambio climático tienen una importante afección. Por tanto, para garantizar su correcta evolución, se debe prestar especial atención tanto a la capacidad de recarga, como a la extracción intensiva y/o continuada. 

 Concienciar acerca de la existencia y cuidado del agua subterránea no es un tema baladí, ya que representa más del 50 % del agua empleada para el uso doméstico a nivel mundial y, además, resulta esencial para la agricultura de regadío, ganadería y otras actividades, como la transformación de alimentos. 

 Más del 25 % del agua extraída para el riego procede del agua subterránea. Para satisfacer la demanda de la agricultura en 2050, resulta necesario optimizar la productividad agrícola garantizando la sostenibilidad en la extracción de agua subterránea y rebajar la huella hídrica y medioambiental de los cultivos. Este punto es vital ya que la agricultura es uno de los principales factores de degradación de las aguas de interior y costeras. Por ello, deberían impulsarse políticas específicas que aborden la contaminación hídrica tanto a nivel nacional, en el marco general de política agrícola y de recursos hídricos, como a nivel de las cuencas hidrográficas y de acuífero.  

Pero su importancia va más allá, pues afecta a sectores como la industria manufacturera, la minería, la industria del petróleo y gas, la generación de energía eléctrica, la ingeniería o la construcción, o el sector textil y el de alimentos y bebidas que dependen del agua subterránea a lo largo de su cadena de suministro.  

Siendo conscientes del potencial que este recurso invisible tiene para los distintos sectores económicos y para la sociedad, debemos empezar a ponerlo en valor. El sector financiero, por ejemplo, ya está virando hacia la inversión sostenible, priorizando a clientes y empresas del sector industrial y energético que utilizan de forma sostenible las aguas subterráneas y esto animará a otras empresas a hacer lo mismo.  

 Debemos ver más allá e impulsar las energías sostenibles para ayudar a reducir las emisiones de CO2. Los acuíferos profundos también se pueden utilizar para captar y retener carbono; lo que devendrá en una ralentización del cambio climático y a su vez afectará a la capacidad de la regeneración de las aguas subterráneas, por lo que indirectamente, también se priorizaría como una inversión sostenible. 

Pero no es nada nuevo, el propio Objetivo 6 de Desarrollo Sostenible (ODS) ya pretende garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. Queda mucho trabajo por hacer, tal y como establece el informe de progresos de este ODS en 2021, faltan datos sobre las aguas subterráneas y su monitoreo es «un área descuidada». Ahora el reto es conseguir datos fiables sobre los acuíferos para poder elaborar políticas basadas en datos reales y gestionar los recursos hídricos subterráneos correctamente. 

 Estamos en una carrera de fondo, donde los gobiernos deben asumir el liderazgo y la responsabilidad de poner en marcha y mantener una estructura de gobernanza plenamente operativa, para proteger y hacer visible este recurso hídrico. Para ello deberán hacer partícipes a usuarios de aguas subterráneas, técnicos, científicos y responsables de políticas e inversores.