La acrótera es el pedestal donde se colocan los ornamentos encima de una fachada, y, por extensión, los propios monumentos que se erigen encima de estos frontones. En estos días muchos edificios lucen como expresión de solidaridad las banderas de Ucrania para recalcar el apoyo contra una agresión injusta. Sin embargo la ucranofilia ha llegado acompañada de la rusofobia. El Palau de les Arts confirma que el ballet de Perm no actuará en Valencia. Esta suspensión coincide con un torrente de sanciones indiscriminadas en Occidente, confundiendo el fondo con la forma.

Ucranianas y ucranianos tienen las puertas abiertas para su refugio en la Unión Europea. Son bienvenidos y sentimos una poderosa empatía con su situación. Sin embargo estamos aplicando unas recriminaciones injustas a los ciudadanos y ciudadanas de Rusia que son igual de víctimas de este conflicto. Imaginemos la desolación y el dolor de esos jóvenes de Perm que no podrán salir de Rusia y exhibir su arte a consecuencia de las sanciones a sus dirigentes. Muchas veces se castiga a los más débiles queriendo abofetear a los más fuertes.

La discriminación contra los inocentes es un tema a replantearse. Los artistas deben viajar y presentarse en el extranjero, porque probablemente en ese viaje es donde podrán expresarse y elegir libremente, ya que en su casa no pueden. Esa juventud rusa es la gran esperanza de un futuro de libertad para la dominada sociedad donde han nacido.

Eliminar y censurar es fácil. Comprometerse con la Verdad tiene más riesgos. Las giras artísticas deberían mantenerse e incluso estimularse. Hay maneras de que vengan, aunque ahora sean más caras. Cabe pensar la decepción y la sensación de abandono que tendrán estos jóvenes al saber que han sido anulados por pecados que no son suyos, sino de sus gobernantes. Cabría cultivar la existencia de una generación democrática que restaure una esperanza para el país. Que los hijos paguen lo hecho por los padres es aberrante, y genera una acrótera de dudas.

Acrótera, bella palabra rescatada en Aragón por dos jóvenes investigadores, Franco Calvo y Hernández Pardos, que han fundado una editorial para recuperar los valores culturales autóctonos desde el pequeño pueblo de Caminreal; tarea de titanes iniciada desde la gestión cultural del Castillo de Peracense y con la impresionante colaboración del ilustrador darocense Moratha. Esta editorial es un ejemplo de como lo jóvenes son capaces de rehabilitar lo que sus ancestros habían dado por perdido y sin duda son una célula de regeneración cultural que a la larga dará sus frutos. Aplicando criterios de confianza y estímulo se obtienen resultados óptimos, muy necesitados por Rusia en estas circunstancias.

Es muy difícil demandar una rectificación a las suspensiones, pero no hacerlo es colaborar con la ignorancia. Vivimos tiempos de apariencias rápidas, sin análisis profundos. Pero ni todo lo que inunda Internet es cierto, ni es ecuánime la reprobación desde el desconocimiento. Magnanimidad y libertad es lo que cabe derrochar ante el Oscurantismo y la Mentira, y además es mucho más inteligente porque a la larga es el conjunto social el que sale beneficiado. Ojalá se corrijan los castigos a inocentes, intrínsecamente injustos. En la acrótera de la Cultura debe estar lo Cierto, y no lo Falso. Mucho más si los perjudicados son personas que no se pueden defender por si mismos y asisten desvalidos a su marginación dogmática. Revisar es de sabios, y de justos.