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Maite Mercado

Alta Definición

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Rebelión científica

Rebelión científica

Los leones del Congreso se pusieron colorados tras escuchar los gritos de decenas de científicos con su bata blanca en un acto de desobediencia civil no violento. Salieron del laboratorio y tiñeron con remolacha el símbolo de la soberanía nacional para protestar por la pasividad de los gobiernos ante la crisis climática. Entre ellos, reconocidos investigadores como Fernando Valladares, ecólogo del CSIC y premio Jaume I de Protección del Medio Ambiente, que se pasan al activismo ante la ineficacia de las recomendaciones difundidas al uso en congresos y conferencias.

El último informe del IPCC hecho público el lunes vuelve a insistir en la necesidad de reducir drásticamente el uso de los combustibles fósiles para mitigar el calentamiento global y evitar la catástrofe.

La situación es tal cual la vimos en ‘No mires arriba’ con su alegórico cometa a punto de impactar en la Tierra, incluso se queda corta, según Valérie Masson-Delmotte, paleoclimatóloga y codirectora del grupo I del IPCC: «Nuestra realidad como científicos es mucho peor que esta ficción». Ellos tienen los datos incontestables, los medios los cuentan y las encuestas dicen que los ciudadanos están preocupados por la emergencia climática, aunque unos pocos nieguen la realidad o intenten desprestigiar a los especialistas. Pero no se avanza en las soluciones, los gobiernos siempre encuentran un asunto más apremiante.

¿Puede hablarse de cambio climático cuando vemos a los muertos en Bucha? Por supuesto. Y más cuando esta guerra evidencia el sinsentido de no transformar el sistema energético.

Las sanciones a Rusia afectan a azulejos, ropa y al Bolshói; a deportistas paralímpicos y a Anna Netrebko, pero no a los hidrocarburos para movernos en potentes coches y mantener calientes nuestras casas. La Unión Europea ha empezado proponiendo la prohibición de las importaciones de carbón, pero prescindir del petróleo ruso y, sobre todo, del gas, será más complicado. Claro que todos podemos empezar por racionalizar el consumo. Hasta Ana Botín dio ejemplo bajando la calefacción a 17 grados -léase con ironía-.

Repetir lo obvio no parece servir de nada frente a los intereses económicos que dominan el mundo. Intereses de unos pocos. Teresa Ribera se queja de cómo las eléctricas españolas torpedean las negociaciones para poner tope al precio del gas.

Frente a estos, los de «Rebelión Científica» encaran el difícil reto de no acabar como en la película de Adam McKay. Mucho ánimo para ellos.

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