Entre los profesionales de la gestión ambiental suelen utilizarse denominaciones como Arqueología de las Autopistas, de los Gaseoductos, de los Aerogeneradores o de los modernos Huertos Solares fotovoltaicos, descriptivas de diferentes momentos caracterizados por la proliferación de los trabajos arqueológicos preventivos necesarios para la implantación sobre el territorio valenciano de dichas grandes infraestructuras y de los que es un paradigma la cuidada publicación «Paisaje y arqueología de la Sierra de la Menarella» (2007).

En este sentido se nos anuncia ahora desde la Generalitat, amén de la compra de los monumentales Correos de Valencia y Castellón, la apertura a la ciudadanía en otoño de este mismo año 22, dentro de la iniciativa Palaus Transparents, del conjunto patrimonial del siglo XIV formado por el Palau de l´Almirall, los baños mudéjares homónimos y las ruinas romanas subterráneas (collegium/termae) conservadas in situ desde 1988 (Levante-EMV, 20-03-2022) y a las que en estas mismas páginas dedique hacia 1999 el título «Qué fue de la cripta arqueológica del palacio del Almirante». Artículo testimonial de opinión en el que lamentaba, ya hace la friolera de más de veinte años atrás, el estado de abandono de este «contenedor arqueológico llamado al perenne olvido por parte de los valencianos de a pie, que desprovisto desde 1990 de cualquier propuesta museográfica de aprovechamiento didáctico o de acondicionamiento físico y climático de los vestigios allí encapsulados in vitro, que hiciesen viable la puesta en valor de tan significado retazo del entramado viario de la Colonia Valentia, ha resultado de prácticamente imposible recorrido por parte de los ciudadanos interesados en visitarlo».

Pasión palaciega focalizada aparentemente en la Conselleria de Hacienda y Modelo Económico, dirigida por Vicent Soler, que en diciembre de 2020 amplió su mecenazgo inmobiliario con la adquisición por la módica cantidad de cinco millones de euros del vecino Palacio de los Marqueses del Tremolar (1862), obra del arquitecto Jorge Gisbert, levantado sobre el antiguo circo romano. Edificio decimonónico que viene a sumarse a otras ilustres escenografías del poder valentino previamente rehabilitadas como, entre otros, el Palacio de Santa Bárbara, el Palau de los Catalá de Valeriola, el de Forcalló o el de Pineda.

Además del proyecto de recuperación histórica y arquitectónica de esta misma conselleria iniciado a finales del año 2016 en el Palacio de Calatayud de la castiza calle Micalet número 5, conformando así una arqueología áulica de «nuevo rico», dotada este lustro con casi 90.000 euros, a cargo de arqueólogos liberales, ajena a los riesgos a los que están sometidos los promotores edilicios particulares de tener que parar obras por algún inesperado hallazgo anticuario de los habituales en Ciutat Vella, mientras que en cambio si éste se produce en el marco de esta privativa arqueología palatina, parece aplicarse el viejo axioma de los tres monos sabios.

Disonancia cognitiva que transcurridos cinco largos años después del Decreto 107/2017 por el que se aprobó el Reglamento de regulación de las actuaciones arqueológicas en la Comunitat Valenciana, en cuyo Título III se restablecía la creación del Consejo Asesor de Arqueología y Paleontología, se implementa desde la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la resiliente Carmen Amoraga, en una indolente galbana administrativa hasta hoy, para efectuar ni uno solo de los nombramientos de sus preceptivos 24 vocales, sin un solo reproche al respecto de la Sección de Arqueología del CDL de Yolanda Alamar en su diatriba anónima «La Batalla de trabajar en la Arqueología» (Suplemento Especial Patrimonio. Levante-EMV, 26-02-2022).

Razones todas ellas por las cuales esta ufana nueva rama escindida, en apariencia autónoma, de la Arqueología Urbana y a la espera de sus venideros réditos intelectuales, creemos que en puridad debería ser académicamente merecedora del epíteto específico de «Arqueología de los Palacios», predicable igualmente de los palacetes de otras administraciones públicas (Palacio de los Marqueses de Montortal), instituciones universitarias (Palau de Cerveró) o de las emergentes fundaciones de todo tipo neo-burguesas, entre cuyos ejemplos más señeros descollan el barroco Palau de Valeriola de la calle del Mar, futuro Centro de Arte Hortensia Herrero y el gótico Palau Joan de Valeriola de la fundación Chirivella Soriano.

Sin olvidar, por último, entre las sedes emblemáticas de la administración central del Estado, la onerosa y larguísima rehabilitación, plagada de incidencias burocráticas, durante más de una década del neoclásico Palacio del Temple (Levante-EMV, 7-06-2019), en la que desapareció el antiguo salón de plenos de la Diputación del siglo XIX (Levante-EMV, 15-03-2017), de acuerdo con la denuncia de la diputada Ana Botella y la sala de la muralla islámica con barbacana y dos torres cuadradas, descubiertas por las excavaciones arqueológicas allí realizadas, al parecer continúa aún en barbecho, pendiente de musealizar e innaccesible al común de los valencianos.