Se acaba de publicar el decreto de contenidos mínimos de la ESO y Bachillerato, y algunos medios ya están haciendo profecías catastrofistas sobre la educación o lanzando todo tipo de bulos como la desaparición de la filosofía o la reducción de la Historia a hechos puntuales. Creo que es necesario matizar algunas cuestiones, en este caso referidas a la enseñanza de la historia. Lo primero es decir que se lean bien el decreto, pues este dice literalmente «la organización de los saberes, su programación y su secuenciación pueden plantearse desde una perspectiva cronológica o más transversal, en función de los objetivos didácticos y las situaciones de aprendizaje propuestas». Es decir, que no cierra la puerta a que el profesorado programe en algún curso el aprendizaje de los hechos históricos de modo cronológico. Por mi parte, espero y deseo que en los primeros cursos se haga así, porque de lo contrario generaremos analfabetos de la cronología histórica y privaremos al alumnado de ese armazón necesario para situar e incluir otros contenidos e interpretar adecuadamente los hechos y sucesos históricos.

Me vienen a la mente los momentos que viví con mis hijos preadolescentes cuando compartía con ellos el visionado de películas históricas. Les encantaba ver películas como «En busca del fuego», de las Guerras Púnicas, de vikingos, de Ricardo Corazón de León, de Hernán Cortés, de Robín Hood, etc. Y siempre me llamaba la atención el hecho de que los chicos no poseyesen un esquema temporal del acontecer histórico. Por eso era frecuente que me preguntasen cosas como «Lo de esta película ¿es de antes o de después de los romanos?» o «esto es en España o en otro país». Es decir, que interés tenían por situar los hechos cronológica y geográficamente, pero no poseían los conocimientos necesarios para hacerlo. Yo pensaba que eso era cuestión de tiempo, y que conforme avanzasen en la ESO irían adquiriendo esos esquemas que te permiten situar los hechos históricos y relacionarlos con otros conocimientos. Pero nada de eso ocurrió de modo relevante y, en estos momentos, ya de adultos, es curioso que todavía me pregunten por el contexto histórico de un libro, por el cuadro de un personaje histórico y, las más de las veces, por una serie o película histórica que están viendo. Yo se lo explico encantado y me escuchan con atención, lo cual me demuestra que tienen interés por el tema, pero evidencia que no controlan la cronología del devenir histórico. Podría pensar que es un hecho puntual que afecta a mis hijos, y que estos no aprovecharon suficientemente las enseñanzas de la ESO, pero, como ya he señalado en otras ocasiones, en mis clases de la universidad me gusta preguntar a mis alumnos por hechos históricos relevantes, y veo que, en general, les cuesta mucho reconocerlos y situarlos en el tiempo.

Por esta razón me preocupa el rechazo que actualmente se vislumbra hacia el conocimiento de hechos, datos, y acontecimientos puntuales de la historia, lo cual se produce como reacción al modelo memorístico y anecdótico que se empleó en otra época para el estudio de esta materia. Por supuesto que no me parece mal que se estudien en profundidad los acontecimientos históricos más relevantes de la humanidad, y especialmente los de la edad contemporánea, pero antes hay que tener un esquema cronológico de la historia para poder situarlos y comprenderlos. Supongo que cuatro años de ESO y dos de bachillerato darán para eso y más.

En mi generación, la historia solo se estudiaba en tercero y cuarto de bachillerato, que actualmente se corresponderían con 3º y 4º de la ESO. El primer curso era Prehistoria e Historia Antigua y Media, y el segundo, Moderna y Contemporánea. Todavía conservo los libros de esa época donde la historia estaba completamente manipulada por el régimen franquista. Se resaltaba la «cruzada de la reconquista» contra los musulmanes, los logros militares y las conquistas del Imperio Español, lo malos que eran los ingleses, a los que acabé odiando por las batallas que nos ganaban a pesar del heroísmo de los españoles, etc. Pero me llama la atención de que solo con el estudio de dos asignaturas se me ha quedado para siempre el esquema lineal de la historia. Ya sé que no sirve de mucho conocer el nombre de todos los reyes y personajes de nuestra historia, ni tampoco el de los cientos de batallas que se libraron en el confín de los tiempos, pero sí que es necesario saber todos los hechos relevantes acaecidos, cronológicamente ordenados y geográficamente situados, de tal manera que nos permitan interpretar una época, una sociedad o una forma de vida en un contexto determinado.

Espero que los políticos dejen de utilizar los contenidos académicos como arma arrojadiza y permitan a los profesores ejercer su profesión con libertad y con criterios, pues son los que verdaderamente saben qué enseñar y cómo hacerlo.