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Luis Sánchez Merlo

El hundimiento del “Moskva”

Segunda grieta y dilema nuclear

El crucero misilístico “Moskva”, antes del ataque de Ucrania. | Efe

El hundimiento, este 14 de abril, del “Moskva” –crucero de misiles ruso, buque insignia de la Flota del Mar Negro– es quizás el momento más simbólico de esta guerra desdichada.

Cincuenta días después vuelve a ponerse en tela de juicio una incógnita que pasa a ser una sospecha: el ejército ruso no está entrenado, está mal equipado y es ineficaz.

Rusia, a la defensiva, ha ofrecido dos versiones, sucesivas y distintas, sobre el hundimiento. Según el Kremlin, el “Moskva” sufrió daños por un incendio accidental y una explosión de municiones. Horas más tarde, el Ministerio de Defensa ruso difundió que el buque se hundió en una tormenta, mientras era remolcado a Crimea, después de evacuar a la tripulación.

Fuentes militares occidentales han coincidido en que fue resultado de un ataque ucraniano, la noche anterior, con dos misiles antibuque “Neptune”.

Con independencia de si se trata de un ataque ucraniano o de un accidente, la pérdida del icono naval ruso es una inyección de moral para Ucrania, al simbolizar una capacidad ignorada para contraatacar a la armada rusa.

Y, sobre todo, una gran victoria propagandística, a juzgar por la reacción del Kremlin, que encontrará dificultades para explicar la pérdida de uno de los buques más importantes de su flota. Su versión sobre la pérdida del buque no puede ocultarse a su opinión pública y hará mella en la moral rusa.

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Las explicaciones del hundimiento ponen de manifiesto posibles deficiencias: en las defensas aéreas o en los procedimientos de seguridad y control de daños, inadecuados en un barco de guerra, tan decisivo como este.

Analistas militares españoles coinciden en que la pérdida del “Moskva”; cuya función principal era realizar ataques de precisión, con misiles de crucero “Kalibr”, en la retaguardia de Ucrania –incluidos centros logísticos y bases aéreas– reducirá la capacidad de Rusia para perpetrar este tipo de ataques, que han sido efectivos –aunque limitados en número– en comparación con los misiles aéreos y de crucero, lanzados desde tierra durante la invasión.

Según la inteligencia española, la capacidad demostrada por Ucrania para apuntar a los buques de guerra rusos en el Mar Negro puede cambiar los patrones operativos de estos, obligándolos a optar por: desplegar activos adicionales de defensa aérea o retirar buques cerca de la costa ucraniana.

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Fuentes solventes han desvelado que, para el ataque –que tuvo lugar durante una tormenta– los ucranianos habrían usado un dron turco de combate, Bayraktar TB2, lo que habría dificultado el vuelo de los “Neptune”. Al no haber detectado los rusos los preparativos, la maniobra de distracción habría servido para ocultar la actividad en tierra, aunque también podría tratarse de un señuelo, a sacrificar, para distraer al “Moskva”. O ambos.

¿Cómo no vieron los rusos los “Neptune” entrantes? El “Moskva” tiene un solo radar principal de defensa aérea para guiar los misiles de defensa aérea. El problema es que ese radar solo tiene un campo de visión de 180 grados. Por tanto, es probable que los ucranianos provocaran que el buque apuntara su mejor radar, a propósito, en la dirección equivocada, mientras los “Neptune” se escabullían bajo la cobertura de los otros radares.

Sin desdeñar la posible “ayuda exterior”: posicionamiento, interferencias, etc … si el ataque se desarrolló como se cuenta fue, a todas luces, magistral.

Según la BBC, se trata del mayor barco ruso hundido por un enemigo desde la Segunda Guerra Mundial, y, para colmo, por un ejército supuestamente muy inferior.

El último buque destruido, de tamaño similar, habría sido el crucero argentino “General Belgrano” en 1982, por los británicos en la Guerra de las Malvinas.

Una prueba más para los observadores, de que, quizás, el ejército ruso no es la formidable y bien engrasada máquina de guerra que se suponía.

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Irritada por los envíos de sistemas de armamento –norteamericanos y de la OTAN– a Ucrania, Rusia envió una nota diplomática formal a Estados Unidos “Sobre las preocupaciones de Rusia en el contexto de los suministros masivos de armas y equipos militares al régimen de Kiev”.

En ella advertía que los envíos “más sensibles” –sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple– estaban “añadiendo combustible” al conflicto en ese país y podrían traer “consecuencias imprevisibles”.

La iniciativa diplomática se produjo mientras el presidente Biden –anticipando la inclusión de “nuevas capacidades adaptadas al ataque más amplio que esperamos que Rusia lance en el este de Ucrania”– aprobaba una ayuda adicional de 800 millones de dólares, destinados al envío de armas a Ucrania.

El paquete incluye, junto al adiestramiento armamentístico, obuses de 155 mm –una seria mejora en la artillería de largo alcance para igualar los sistemas rusos– drones de defensa costera y vehículos blindados, armas antiaéreas y antitanques portátiles, así como abundante munición.

Estados Unidos también ha facilitado el envío a Ucrania de sistemas de defensa antiaérea de largo alcance y está desplegando un sistema de misiles “Patriot” en Eslovaquia.

Con la nueva partida aprobada, la ayuda militar estadounidense a Ucrania, desde la invasión del 24 de febrero, se eleva a 3.200 millones de dólares.

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Rusia ha aprovechado para acusar: a los aliados de violar los “rigurosos principios que rigen la transferencia de armas a zonas de conflicto”, a la OTAN de intentar presionar a Ucrania –para que “abandone” las infructuosas negociaciones con Rusia– a otros países para que dejaran de cooperar militar y técnicamente con Rusia, y a los que tenían armas de la era soviética para que las transfirieran a Ucrania.

En la nota, una extemporánea petición: “Exigimos a Estados Unidos y a sus aliados que detengan la irresponsable militarización de Ucrania, que implica consecuencias imprevisibles para la seguridad regional e internacional”.

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Cuando se invade otro país, cabe esperar que los demás países no se queden mirando cómo se asesina indiscriminadamente a esos ciudadanos. Sería moralmente incorrecto no ayudar a la víctima de un matón.

Básicamente, Putin que ha empezado una guerra que no puede ganar, coge un megáfono y amenaza al mundo para que deje de ayudar a las víctimas de su delirio.

En resumidas cuentas, está diciendo: “Dejen de interferir en nuestra destrucción de Ucrania o si no, armas nucleares”. Aquí reside la clave de una situación extrema.

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