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Tonino

LA SECCIÓN

Tonino Guitian

Dimensiones

Me meto en redes para averiguar qué piensa la gente joven. Se dice que hoy las cosas van muy rápido, y por eso uno pierde pie cuando quiere entenderlo todo. Me gusta ese invento chino, que Bush tildó de demoníaco y otros denigran por sus contenidos ligeros que se llama TikTok. Yo rebusco contenidos sobre gente preocupada porque la sociedad se inquiete por su peso o su aspecto; o sobre feminismo, ciencia, humor o historia. Los autores de estos temas son mayoritariamente gente joven, y gente de carácter joven. Entre ellos destacan personas entre los veinte y los treinta, preocupados por las diferentes maneras de medir y entender la realidad.

La realidad cambia. Sucede cíclicamente. Antes descubríamos el paso del tiempo en los museos, pero el ciclo ha ido aumentando la velocidad de su giro hasta el punto de que es muy complicado saber cuál de todas las realidades es la que compartimos. Existe una teoría física, muy divulgada desde hace unas décadas, según la cual no sólo es imposible captar todas las realidades que nos rodean, sino que nuestra mirada modifica esa realidad y el mero hecho de intentar acercanos a ella nubla su observación de forma objetiva y práctica.

Si hay algo que a lo largo de los años he aprendido de las nuevas generaciones, es que les interesan dos cosas: la manera de enfocar la realidad y la forma de encajar en la más interesante de todas. Es una actitud muy positiva, excepto en la parte de encajar. Encajar en una de las aparentemente diversas realidades que se presentan puede llegar a ser un ejercicio de riesgo en el que influye tanto lo físico cómo lo mental. Ya no se trata de seguir el hilo de un discurso social muy trillado a lo largo de siglos, en el que lo importante era la prosperidad de una pareja a través de la familia. Hoy se trata de elegir muy conscientemente entre una enorme variedad de personalidades que abarcan desde los Borja Maris al perroflautismo circense, donde se entremezclan todo tipo de clases sociales, aunque siguen imperando las de siempre.

Yo creo que en aquella España heredada por obligación de abuelos a nietos antes de la eclosión de esta película de la democracia, muchos lucharon por algo que no era completamente ideológico y que se recogía en aquellos humoristas vestidos con levita negra y sombrero. Algo que salía en las novelas de Jardiel Poncela y que incluía oscuros mobiliarios de nogal, personal doméstico con cofia, grandes bigotes, virginidad, honor y una seriedad horrenda que olía a polillas rancias. En una palabra: el destino estaba escrito.

Pero las intrincadas personalidades de estas nuestras últimas generaciones, que tienen cada vez más nombres y más adjetivos para definirlas, pueden volverse del revés como la manga de un abrigo. Debido a que su naturaleza está vinculada al azar, se pueden hallar sin otra cosa que una pequeña colección de frases hechas, de juicios artísticos disecados y ordenados cuidadosamente, después de haber disparado a bocajarro una pistola cargada con frases de Schopenhauer o de algún escritor mucho más exclusivo y desconocido.

Los hippies inventaron la disensión social en grupo. Pues hoy en día es imposible rebelarse en solitario como lo hicieron artistas adorados como Van Gogh o Frida, cuya personalidad abrió las esperanzas de poder expresarse uno mismo. Y como para rebelarnos en grupo parece que habrá que esperar a que podamos cambiar la forma de ver la realidad, no es nada disparatado empezar a definir de una manera rigurosamente científica cuáles son sus nuevos parámetros. O si nos tenemos que enfocar en lo general o en lo particular: aunque ambas dimensiones nos sobrepasen, igual que a Rabelais le sobrepasaba lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, queremos saber si nuestra realidad merece la pena ser ignorada, para que merezca al menos la pena ser vivida.

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