“¡Sevilla es blanquinegra, es blanquinegra, Sevilla es blanquinegra!”. No fue solo un cántico. Fue una realidad. El valencianismo ganó en la calle y las gradas. Por goleada además. La afición del Valencia tomó el centro de la ciudad desde que salió el sol. Sevilla fue una explosión de pólvora y humo rojo, azul y amarillo desde la Plaza de España hasta la Giralda pasando por el barrio de Triana. La afición del Valencia se echó a la calle para marcar el primer gol de la final. Merecía ganar la novena. Por las Copas de cartón que trajeron los aficionados en sus casas, por las pelucas naranjas, por los cientos de tracas que sonaron por todos los rincones de la ciudad, por las bengalas naranjas, por la Diakhabeta, por los masclets que te explotaban en los pies, por la Hasbulleta, por los carteles amarillos de ‘Lim go home’ que cruzaron el país para defender el orgullo del club, por el olor intenso a Fallas que tenía la ciudad hispalense, por la novia que se casó en la Catedral entre valencianistas, por las senyeras al aire, por el ‘Tots a una veu’, por el ‘Hu ha’ de Chimo Bayo, por los charcos de la Fan Zone, por el barro de las zapatillas, por la lluvia y las sudaderas colgadas en las vallas cuando salió el sol, por las Cruzcampos, por todo. Por todos y cada uno de los que viajaron con o sin entrada. Gane o pierda, esta siempre será la afición de un Valencia campeón. Amunt!

Esta es la afición de un Valencia campeón