A lo largo de la historia de la humanidad se han sobrevenido múltiples pandemias. Sin embargo, resulta importante destacar que la pandemia COVID-19 es considerada la pandemia con mayor impacto psicosocial en la población pediátrica de nuestra historia reciente. A propósito de este dato, es interesante resaltar que se ha estimado que los factores ambientales, es decir, acontecimientos vitales estresantes en una determinada comunidad o desastres naturales, son responsables del 60-70% del cuadro clínico de ansiedad. Existe un número considerable de evidencias, en la población adulta, donde esto se pone de manifiesto, pero los estudios sobre el papel que juegan los eventos vitales negativos en niños son escasos. Aun así, se postula que la población infantil sería más vulnerable debido a que disponen de menor cantidad de habilidades personales y emocionales para manejarlas.

A pesar de que la población «infantojuvenil» no se ha visto gravemente afectada en lo referente a las manifestaciones clínicas de la infección por SARS-CoV-2, cabe resaltar que los niños están experimentando grandes desafíos en su día a día, como el cierre producido, durante un periodo de tiempo prolongado, de los colegios, parques y lugares de esparcimiento.

Esta es la primera pandemia en la historia contemporánea por lo que la evidencia científica sobre los impactos derivados de ella es escasa, sobre todo en la población «infantojuvenil». Aun así, se postula que repercuten de forma negativa, favoreciendo la aparición de enfermedades mentales a corto y largo plazo.

Estudios preliminares realizados al inicio de la pandemia ponen de manifiesto un aumento de problemas emocionales y de sintomatología psiquiátrica, como ansiedad o depresión. Aunque no es posible generalizar los resultados de los estudios llevados a cabo en diferentes países, debido a diferentes factores como la metodología empleada y las grandes diferencias culturales, es importante resaltar que en todos ellos se refleja un incremento de la patología psiquiátrica.

Hoy en día, la ansiedad es uno de los síntomas más frecuentes en la patología psiquiátrica infantil, convirtiéndose en una de las categorías clínicas más frecuentes a estas edades. Resulta interesante resaltar que existen diversos estudios epidemiológicos en los que se indica que los trastornos de ansiedad son los problemas psicológicos más diagnosticados en niños y adolescentes españoles. El incremento de la ansiedad puede generar múltiples patologías, destacando entre ellas los trastornos del comportamiento alimentario, con un exceso de ingesta la mayoría de las veces.

Resulta importante remarcar la diferencia entre la ansiedad fisiológica y la patológica. Se definiría como ansiedad patológica una respuesta desproporcionada en intensidad y duración que se presenta en ausencia de un peligro o amenaza objetivable y que pone en marcha los mecanismos fisiológicos de alerta y defensa. En concordancia, el individuo o el niño manifestaría síntomas neurovegetativos, cognitivos, emocionales y conductuales. Por el contrario, la ansiedad es una respuesta emocional universal ante un peligro o una amenaza real, experimentada por la totalidad de los seres vivos que se presenta de forma fisiológica y durante cortos periodos de tiempo en las diferentes etapas del desarrollo.

Además, es fundamental incidir en el hecho de que la ansiedad se encuentra entre los problemas psicológicos de mayor prevalencia a nivel global. En este sentido, resulta interesante destacar que en los últimos años se ha observado un aumentado en el número de estudios que abordan esta temática. Estudios epidemiológicos realizados en nuestro país, exponen que la ansiedad y los trastornos de ansiedad no sólo son los problemas más diagnosticados entre niños y adolescentes, sino que, también, son los que presentan mayor demanda asistencial en las Unidades de Salud Mental Infantil y en las consultas de Pediatría de Atención Primaria.

En el caso concreto de los adolescentes, hemos conocido que, en todo el mundo, se estima que entre el 10% y el 20% de los adolescentes experimentan trastornos mentales, pero estos no se diagnostican ni se tratan adecuadamente. En estudios poblacionales europeos hasta un 15% de los adolescentes habían sido diagnosticados de un trastorno mental. El diagnóstico más común en las niñas sería el trastorno de ansiedad (7,85%); el más común en los niños sería el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH; 5,90%).

En 2012, estudios en EE.UU. señalaron que las enfermedades mentales superaron a las físicas entre los adolescentes en ese país. Adicionalmente según la OMS el 70 % de las enfermedades mentales se inician antes de los 18 años. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años en el mundo, siendo la tercera causa de muerte en España en dicha franja de edad.

Todas estas cifras se han visto incrementadas por la pandemia y la situación epidemiológica vivida en los últimos meses, ha provocado, como norma general, un paso atrás en el control sintomatológico de los pacientes. Meses encerrados en sus domicilios, falta de contacto con sus conocidos, y dificultades para las actividades habituales en la vida de los adolescentes ha provocado un grave problema de salud, mental y física, en este grupo de edad.

Por otra parte, los adolescentes con problemas de salud mental son particularmente vulnerables a la exclusión social, la discriminación, la estigmatización (que afecta a la disposición para buscar ayuda), las dificultades educativas, los comportamientos de riesgo y en ciertos casos la mala salud física. Con el objeto de identificar estos problemas , es necesario que los pediatras, conocedores de estos, pongan su máximo empeño en diagnosticarlos y tratarlos lo más precozmente posible.