Europa respira tranquila tras la victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas de este pasado domingo. Macron ha ganado con una diferencia de votos importante, más incluso de lo que pronosticaban algunas encuestas.

Sin embargo, el excelente resultado cosechado por la candidata ultraderechista Marine Le Pen con el 41,5% de los votos, el mejor de toda su historia,  debería hacernos recapacitar a todos los demócratas para hacer un poco de autocrítica sobre lo sucedido en Francia y que puede tener su extrapolación en otros países.

El auge de la extrema derecha en Europa y España no es ninguna excepción a este fenómeno, con Vox subiendo en todas las encuestas y con cerca del 15% de los votos es una señal inequívoca de que no se están haciendo las cosas bien por parte de los partidos tradicionales. En Francia hemos visto durante la primera vuelta, la desaparición de partidos hegemónicos como los Republicanos o los Socialistas que han sido partidos de Estado y que hoy no llegan al 2% de respaldo popular. Ese espacio político ha sido ocupado por partidos antisistema y populistas como Agrupación Nacional o Francia Insumisa.

Hay una desafección clara de los ciudadanos hacia los partidos tradicionales que no han sido capaces de dar respuesta a los grandes problemas de la sociedad.

En España este fenómeno se ha visto con Vox y con Unidas Podemos, que serían los equivalentes a los partidos franceses como: Agrupación Nacional o Francia Insumisa, de Jean- Luc Mélenchon.

Formaciones o movimientos políticos que crecen a la sombra de las crisis económicas y sociales, aprovechando el descontento popular y que se erigen en la gran solución a los problemas sociales cuando realmente son parte del problema.