La película «Olvido», actualmente en rodaje, ambientada en la riada de València, 1957, saca a relucir la conocida como «guerra del barro», cuando llegó a intervenir el ejército para retirar el fango, que había traído el agua, y con ello la lucha contra el agua, el barro y el silencio. En el barrio del Carme la catástrofe fue descomunal, y muchos vecinos vieron cómo las aguas inundaban sus negocios y domicilios. Así en el horno de Montaner, la casa de «les Roques», el bar de Mario, el kiosko del poeta Vicent Gómez, la bodega de Emili Bermell, o el mercado de Mossèn Sorell. Como también, entre otras, la casa de disfraces de Insa, la de antigüedades de Ismael Solaz, la de la familia de Francis Montesinos en la plaza Sant Jaume, o la de mis abuelos, donde comprar los «catxirulos», en la entrada de la calle de Roteros, frente a la farmacia, que fuera de Miquel Gil Corell.

Asimismo, la tienda de Muebles Peris, en la calle de Roteros 14, cuyos ecos de la popular cuña radiofónica, más tarde recuperada en la voz de Lluís Miquel Campos, versión Patxinguer Z, resuenan todavía en las cabezas de muchos valencianos. Junto a este local, el taller de imaginería religiosa, donde aprendimos nociones de carpintería jugando con el pan de oro, gubias y martillos, en lo que, sería, más tarde, Muebles Hurtado, hoy restaurante «El Forcat» - donde cada año continuamos refrescando recuerdos los niños de entonces - quedaría igualmente cubierto por las aguas.

Allí nos fuimos encontrando con las primeras máquinas Caterpillar eliminado los rastrojos, y los camiones trasladando residuos y facilitando alimentos a los más necesitados. Así, Casa de Caridad, junto al cauce del rio, no dejo de atenderlos ni un solo día. Tras la inundación, un cincuenta por ciento del barrio del Carme se encontraba en situación de inhabitable. Según Cristina Escrivà, en el refugio antiaéreo utilizado durante la Guerra Civil en la calle de Dalt, aún se encontraban, casi veinte años después de finalizada la guerra, familias en condiciones precarias, que la riada acabó de desahuciar.

Las pérdidas económicas fueron muy cuantiosas, principalmente en Nazaret, por donde alcanzaba la desembocadura del río, y en los barrios limítrofes del cauce, a su paso por la ciudad de València, como Sagunt y el Carme. Fue con la decisiva financiación de los valencianos, al añadir, durante años, en el franqueo postal ordinario un sello adicional, de 25 céntimos, pesetas de entonces, como se pudo realizar la colosal obra de desplazamiento del cauce del río Turia en su último tramo, conocida como Plan Sur, lo que permitiría recuperar para la ciudadanía - tras la reivindicación popular, «el llit del riu és nostre i el volem verd»- el viejo cauce.

Hoy, con la película, sesenta y cinco años más tarde, no podía dejar de señalar que, junto al silencio generalizado, hubo también quienes plantaron cara a las autoridades estatales, reclamando más atención para València por la catástrofe padecida. Fueron, entre otros, Tomás Trénor Azcárraga, alcalde de València; Joaquín Maldonado Almenar, presidente del Ateneo Mercantil; y Martí Domínguez Barberá, director de Las Provincias, el cual en un recordado discurso, pronunciado en el Teatro Principal, año siguiente, con motivo de la exaltación de la fallera mayor - «València, la gran silenciada. Cuando enmudecen los hombres, hablan las piedras» - reivindicaron una mayor atención hacia sus conciudadanos por parte de las autoridades de la administración central, lo que, al poco, les supuso su sustitución y, hoy merecen, nuestro sentimiento agradecido, por su actitud ejemplar en aquellos momentos, en que resultaba tan difícil mantenerla.