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Martí

Valencianeando

Joan Carles Martí

Menos ingenio y más tranvías a la Malva-rosa

La improvisada propuesta de peatonalización de la avenida que da nombre al barrio cuenta con la oposición mayoritaria de sus vecinos

Menos ingenio y más tranvías a la Malva-rosa

A este paso no habrá que acudir a los sesudos estudios electorales galos de las banlieues parisinas para explicar como nuestros barrios abrazaron el populismo tras el declive de los partidos tradicionales. La Malva-rosa es la barriada más fiel a la izquierda, pero una improvisada peatonalización ‘rialtera’ de la avenida que la da nombre al barrio marinero ha soliviantado a sus vecinos. Hay que ser muy frívolo o vivir dentro de las redes para despreciar tanto a un distrito de tradición obrera. Porque las gentes que habitan han sido trabajadores portuarios en su mayoría y el autobús de la Ford todavía pasa por allí. Viven muchos jubilados, algunos dependientes que frecuentan hospitales y necesitan que las ambulancias los recojan en sus portales. También hay familias nuevas que llevan a sus hijos en el autobús municipal a colegios distanciados y sus calles están llenas de una actividad comercial urbana que ya quisieran otros barrios. Por eso, considerar que la avenida más grande paralela al paseo marítimo debe convertirse en otra artería turística de sol y playa, además de un error estratégico de primer nivel, significa entender el bienestar ciudadano al revés.

Figuraciones.

Alguien tendrá que hacer una tesis sobre el daño que ocasionan las realidades virtuales al planteamiento urbanístico y como la compran los concejales sin ideas. El único edil ‘rialtero’ con ideología es Grezzi, y eso es bueno, porque al menos se puede razonar con alguien. También peca de sectario como el resto, pero no es dogmático y aunque tarde ya ha entendido que junto a las bicicletas, la movilidad necesita más y mejor transporte público. Es de cajón que los vecinos de la Malva-rosa reclaman autobuses cada cinco minutos y que el tranvía se alargue un kilómetro desde Tarongers hasta la ermita de Vera. Sí, ya sé que lo último no depende del ayuntamiento, pero en vez de un concurso para ver quién de los dos partidos del gobierno local es más eurofan, ha llegado el momento de convocar una cumbre metropolitana para abordar de una vez por todas la cuestión capital. València, sin duda, debe llevar la voz cantante, porque es la clave de bóveda de toda la movilidad pública. Para sacar buenas conclusiones, lo único que deben hacer los concejales es dedicar una semana a viajar en la EMT y Metrovalencia, incluidos los domingos. ¿Por cierto, como FGV sabe que el primer domingo de viaje gratis aumentó un 40% el número de pasajeros si las máquinas que validan los billetes no funcionaban y las puertas de acceso estaban abiertas sin posibilidad de contar?

Datos.

Había más gente el sábado por la noche en el concierto de Fito & Fitipaldis en la Marina que ayer por la mañana en la plaza de la Virgen, y eso que había que pagar en el primero. El rockero bilbaínao soltó un «¡Gracias Levante!», mientras que en la matinal mariana se cantó a la «pàtria valenciana». Lo apunto por aquello de las devociones, identidades y tal. Las tradiciones nacen, se reproducen y mueren. Ahí va otro ejemplo de cambio de paradigma, había el doble de muchachada en el Japan Weekend que en la Fira del Llibre. El Gremi de Llibrers debe plantearse poner casetas de manga y sushi para la próxima edición.

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