Así: «pelis, y series», con el diminutivo ñoñocutre del snobismo anticuado y la coma superflua, pretenciosa y dubitativa de la incultura, se formula el chilindrón, el repóker, el supremo anhelo de la nueva sociedad. «Pelis, y series», que no son libros, ni conciertos, ni exposiciones, ni altruismos, ni títulos, ni honores, ni aportaciones, ni esfuerzos, ni sacrificios. El ideal de nuestro tiempo es ver «pelis, y series»; repantigarse a conciencia en el sofá, entre curro y ligoteo, hincharse de pizza y ver, una tras otra, las «pelis, y series» que produce por gruesas la meca del cine. «Pelis» que se llaman así porque no llegan a películas, y series que son bodrios audiovisuales por entregas, mosquiteras atrapaincautos, insultos a la inteligencia espaciados en capítulos. He aquí el sucedáneo con que malnutre su intelecto el público espectador, el sustitutivo que da el tono de la cultura contemporánea, el sopicaldo más consumido en el campo de la evasión. Las muchedumbres pierden el tiempo visionando «pelis, y series» en casa, inmolando parte de su cerebro y su sentido crítico; y vuelven a perderlo en el trabajo, chafardeando y escatimando concentración y productividad. Luego quieren jornada intensiva de seis horas, y despido imposible, y apoyo europeo. Pero Europa se ríe de la Españona, isla energética y archipiélago gulag, hambrienta de «pelis» y famélica de «series». De «pelis, y series», con esa coma sobrante, inservible, molesta, bochornosa; con esa pausa tolondra de boxeador sonado, de presentador abofeteado, de tío descolocado al que han dicho que lo diga y lo dice, sin preguntar por qué, sin cuestionar nada. «Veremos ‘pelis, y series’», dice alborozadísima, como si hubiera logrado algo, con el alma extenuada y el ojo del entendimiento a la virulé, la sociedad entera. Pintan «pelis» que son bastos, y mandan series que no se sabe a ciencia cierta si son «pelis» por capítulos o capítulos por «pelis», aunque todo apunta que son, en cualquier caso, gatos callejeros por liebres cebadas. Veremos «pelis, y series», y «series, y pelis», y nos echaremos al arroyo complacidos —con esa complacencia un poco babeante de los atontados, con ese aplomo ingenuo de Forrest, con esa euforia espasmódica de los frikis—, a pagar el doble por la tapa, el triple por la ropa y el riñón por el gasoil; a sentirnos protagonistas de «peli», de serie, de timo, de mierda, prolongando el sábado y engarfiando el viernes; a reírnos como locos de las engañapichangas del gobierno y de los desmoronamientos del orbe, que nada son, que nada pueden contra la embriaguez, la exaltación y el delirio de las «pelis» y las series. No veremos otra cosa, y se nos llenará el cráneo de lugares comunes, de chascarrillos y de bobadas, bagaje obligatorio para todo el que decide iniciar la deriva intrascendente. A la porra las películas edificantes; a la porra los libros buenos; a la porra también los bestsellers. Es tiempo de «pelis, y series», de frivolidad, bagatelismo, pizpiretismo y —cómo no— enseñaculismo. No hace falta profundidad, sino divertimento; ni cultura, sino dinero; dinero y «pelis», y series —mira por dónde, aquí va bien la coma—. Viendo «pelis, y series» puede ser uno el rey del mambo, el as de rombos, el alma de la fiesta. «Pelis, y series» —imprescindibles el diminutivo ñoño y la coma de chorlito— abren puertas de gimnasios, de piscinas, de terrazas y de saraos; hasta el punto de que no hay mejor salvoconducto para la vida social/gregaria/politicorrecta que una buena colección de «pelis, y series» en la mochila. Viendo «pelis, y series» medraremos. Viendo «pelis, y series» nos incapacitaremos para clásicos, pero seremos, con pleno derecho, ciudadanos de nuestro tiempo. Marchemos unidos por la trocha de las «pelis, y series», de las trolas y los triles, de las ferias y las vanidades; descafilemos nuestra formación para encajarla en el signo de los tiempos; enhebremos «pelis» y embaulemos series; hagámonos uno con la masa, con el mundo, con el cieno, con la nada; subámonos a la barcaza de Aqueronte, que nos cruzará la Estigia por el módico precio de nuestras almas. Viendo «pelis, y series» llegaremos al colmo de la felicidad, que será evadirse de continuo y no pensar en absoluto. Viendo «pelis, y series» cumpliremos el designio de la ingeniería social, de la doma colectiva, del marrajismo político; seremos la imagen que se han hecho de nosotros, y no percibiremos en ella el insulto y la humillación. Viendo «pelis, y series» como descosidos pondremos la cosa más fácil.