Siendo física y mujer he sentido en ciertas situaciones la necesidad de explicar mi anómala existencia ante la cara de perplejidad de algunas personas, sorprendidas de que habitemos mujeres en un mundo tan masculinizado. Efectivamente, según el informe realizado por el Grupo Especializado de «Mujeres en Física» de la Real Sociedad Española de Física Las físicas en cifras: universidades», el porcentaje de mujeres en física es del 22%, y este se mantiene aproximadamente entre las alumnas universitarias. Estas proporciones disminuyen hasta un escaso 14% en el caso de catedráticas de universidad.

Siendo física y catedrática de óptica he sentido también en numerosas situaciones la necesidad de explicar que la óptica no es solo el estudio de lentes, sino la parte de la física que estudia las leyes y los fenómenos de la luz como invoca la 5ª acepción que aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Esta doble necesidad de explicar mi identidad profesional no es más que una anécdota introductoria que puede resultar un tanto jocosa, pero que asumo con cierta resignación como parte de mi tarea docente, en ese constante anhelo por hacernos entender y ser entendida.

En nuestra vida cotidiana, encontramos numerosas manifestaciones de los fenómenos de la luz, empezando por el láser, cuya primera emisión se remonta a 1960, en la que Theodore Howard Maiman, un joven físico que trabajaba en los Laboratorios Hughes Research en Malibú, California, consiguió que un láser de rubí emitiera luz. Fue el 16 de mayo, y esa fecha ha sido elegida por la UNESCO para celebrar el Día Internacional de la Luz y de las Tecnologías de la Luz, efemérides que se celebra cada año desde 2016, con el objetivo de dar a conocer la importancia de los avances de la luz. Justo este artículo se publicará en el mes de mayo, así que les invito a celebrar este día participando en las múltiples actividades que se organizarán desde el Comité Español del Día Internacional de la Luz y cuyo Acto Central organiza este año la Universidad de Valladolid.

El láser es un ejemplo paradigmático de cómo un descubrimiento científico proporciona herramientas revolucionarias que contribuyen a una mejora en la tecnología. Por citar algunos ejemplos: lectores de códigos de barras, cuya tecnología fue inventada en 1971 en una fábrica de General Motors en Michigan; almacenamiento óptico : CD/DVD/Blue Rays, en la que almacenamos cantidad de información; o la fibra óptica que guía la luz a través de kilómetros de materiales transparentes y que nos permite trabajar en remoto, con conexión robusta y eficiente.

Pero uno de los beneficios globales para la sociedad más importantes en las aplicaciones del láser es en medicina, como bisturí, bien para eliminar tejidos superficiales como para realizar operaciones en órganos internos con la ayuda de una guía por fibra óptica. En 2018, el Premio Nobel de Física recayó en los creadores de herramientas luminosas que hoy permiten realizar cirugías oculares con láser y observar con gran detalle la evolución de virus y bacterias. Entre los laureados, Donna Strickland de la Universidad de Waterloo en Canadá, se convirtió en la tercera mujer en ganar el Premio Nobel en Física. Hasta entonces, únicamente Marie Sklodowska Curie en 1903 y Maria Goeppert-Mayer en 1963 lo habían conseguido, mientras que en ese mismo periodo de tiempo 210 hombres obtuvieron el galardón.

Sin duda la luz está en el origen de toda vida. Las imágenes médicas son representaciones visuales del interior de un cuerpo para su posterior análisis médico, facilitando así el diagnóstico. Dichas imágenes se utilizan generalmente en campos como la neurociencia, la cardiología, la psiquiatría y la psicología, entre otros. Las aplicaciones comunes incluyen tomografías computarizadas, resonancias magnéticas, ultrasonidos, rayos X, etc.

Además, la luz es un componente clave para las grandes instalaciones de investigación científica conocidas como sincrotrones, en el corazón de los cuales se crea una luz intensa capaz de revelar los detalles atómicos y moleculares de cuanto nos rodea, permitiéndonos así estudiar desde medicamentos y tratamientos para enfermedades hasta ingeniería y tecnología de vanguardia.

Pero no podría acabar sin realizar un homenaje a todas las investigadoras en la luz ocultas, oximorónicamente hablando, por el paso de la historia que han contribuido significativamente al desarrollo del campo científico de la luz. Por citar algunas: Sarah Mather en 1840 inventó el Telescopio Submarino; Lucy Wilson (1888-1980) es conocida por sus investigaciones en teoría de la visión, óptica y espectroscopia de rayos X y Jenny Rosenthal Bramley (1909-1997) desarrolló 16 patentes sobre electroluminiscencia y electro-óptica como tubos de rayos catódicos y tubos para la televisión en color. Seguro que ellas sintieron esa anomalía a la que me refería al principio con mucha más dureza. Por ellas continuaré explicando a qué me dedico bajo esas miradas un tanto sorprendidas y espero que caducas.