Después de la Semana Trágica de la izquierda española, entre la tragicomedia Pegasus y el sainete andaluz de las izquierdas de la izquierda, por cierto los hermanos Álvarez Quintero esto de los sainetes lo desarrollaban con mejor puntería estilística, veo la foto de lo que se ha dado en llamar «El Acuerdo del Turia» con las Torres de Serrans como escenografía y Los doce magníficos anunciando el pacto. Me deberé comprar una agenda de notas para apuntar a partir de ahora las diferentes quinielas electorales y combinaciones que se avecinan. Con el calor en los talones, el verano ya está aquí es tema de conversación estos días, me acuerdo de todas aquellas canciones dedicadas a la primavera ahora que está a punto de ser una estación casi demodé. Entre mis favoritas, «Au printemps» de Jacques Brel o «J’aime Paris au mois de mai» de Charles Aznavour. Siempre he admirado la canción francesa, la Chanson, su capacidad para aunar la melodía y el acento poético y construir pequeñas obras maestras imperecederas. Estos días la naturaleza más cercana, en mi caso el parque urbano del Turia, también nos ofrece sus masterpieces, como esas moreras de un verde luminoso y transparente que siembran algunos tramos del antiguo cauce. No sé si en la ciudad de València hay mucho arbolado de moreras por las vías públicas. Hubo tiempo en que la primavera quedaba guardada en una caja de zapatos a la que habíamos hecho unos pequeños orificios, y donde criábamos gusanos con hojas de moreras esperando ese pequeño milagro que era la construcción de un pequeño ovillo de seda de color amarillo o naranja donde emergía finalmente una mariposa.

Fotografías de infancia guardadas en la Rolleiflex de la memoria. Hay fotografías que resultan inoportunas como asistir a un encuentro de empresarios, en este caso la ministra Nadia Calviño, y ver que le toca ser «la plus belle pour aller danser» -que cantaba Sylvie Vartan cuando el mundo era joven- entre el flamante grupo de empresarios madrileños. Así que nada mejor como un pequeño gesto- los pequeños gestos a veces se convierten en grandes victorias - y quedar desenfocada de la imagen oficial como acto de denuncia y afirmación. Recuerdo la entrevista que le hice al obispo Rafael Sanus para una serie de televisión sobre los años sesenta que estábamos preparando. Hombre abierto y de trato cordial el obispo alcoyano señalaba la emancipación de la mujer como la más grande revolución del siglo XX y todo lo que había supuesto en cuestión de conquista de derechos y libertades. Lo decía como un hombre de la Iglesia que había visto cómo esta institución había sufrido el terremoto feminista en toda su columna vertebral. Viendo estos días las noticias que llegan referentes al Tribunal Supremo de los Estados Unidos y la involución que su próxima sentencia puede suponer para el derecho al aborto de las mujeres americanas, resulta evidente que para los estamentos conservadores los avances en todas estas décadas por parte de las mujeres siguen constituyendo un plato indigesto que si es posible hay que eliminar del menú. Desde un observatorio más cercano estamos viendo cómo un partido como Vox tiene uno de sus frentes de actuación en destruir todas esas conquistas que la mujer española ha ido ganando. Un ideario que resulta todavía más inquietante cuando leemos futuros sondeos electorales. Oír a una señora como la diputada de Vox Macarena Olona es como escuchar una radio en blanco y negro de los años cuarenta del pasado siglo XX. La diputada nacional se marcha de cabeza de cartel para las próximas elecciones andaluzas donde piensa seguir dándole alegría a su cuerpo Macarena. A su cuerpo y partido. Volviendo a los hermanos Álvarez Quintero, ya me la imagino como la Reina Mora o la Mariquilla terremoto del nuevo parlamento andaluz ¡Ay Macarena! O si lo prefieren, ¡Ay Andalucía!