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Julio Monreal

EL NORAY

Julio Monreal

Callejero base cero

Callejero base cero Julio Monreal

Un día habrá que sentarse a una mesa (grande, de esas que se montan en Alcàsser para venderlas a Putin) y analizar con detenimiento cómo puede ser que el monarca que instituyó el Reino de Valencia dé nombre a un oscuro callejón de Ciutat Vella mientras el actor que encarnó a Chanquete rotula una kilométrica y anchísima avenida en las inmediaciones de la Ciutat de les Arts i les Ciències. Es cierto que en una ciudad que cumple este 2022 la friolera de 2.160 años de historia las sensibilidades se apilan unas sobre otras y su callejero es el resultado de muchos impulsos en diferentes direcciones. Pero algo habrá que hacer. Resulta que quienes fueron algo a finales del siglo XIX, como Cirilo Amorós o Félix Pizcueta, disfrutan aún hoy de las mieles de la zona «premium» de la capital, mientras quienes han alcanzado relevancia y reconocimiento social en las últimas décadas se ven relegados, con la zona VIP del callejero llena, a espacios periféricos en un jardín (Manuel Broseta); esquinas en un campus (Ernest Lluch); rinconadas de un centro comercial (Manuel Azaña); o un callejón -artístico, eso sí- entre el IVAM y la Beneficencia (Carmen Alborch).

Tradicionalmente los ayuntamientos, que son los que tienen las competencias para poner nombres a las calles, se han resistido a acometer reformas amplias en este campo por las molestias que se ocasionan a particulares y empresas, a los que obligan a cambiar direcciones postales, tarjetas de visita, albaranes comerciales, etc. Sin embargo, en la era del correo electrónico y el smartphone el peso de esa molestia es ya irrelevante. Podría señalarse que en la ciudad de València los cambios de nombre son más difíciles por las Fallas, que toman su denominación de los cruces de las calles en las que se plantan, aunque hay quien no tiene problema ni con eso y sigue llamando a la comisión de Los Millonarios por su nombre antiguo de Falla José Antonio (Primo de Rivera)-Maestro Serrano.

Las calles de las ciudades son una potente herramienta de difusión de personas y hechos relevantes. Tanto que estaría más que justificado que una comisión especial abordara una tarea análoga a la que los economistas y contables denominan «presupuesto base cero», una técnica financiera y contable que permite identificar gastos ineficientes e incluso inútiles. Partiendo de esta base se pretende potenciar las partidas de gastos que tengan un mayor impacto positivo para la empresa. ¿Cómo? Disminuyendo o haciendo desaparecer las que no valgan la pena. Pues un «callejero base cero» en València permitiría identificar calles rotuladas con los nombres de personas, hechos, objetos, etc, de los que se puede prescindir (o reubicar) y otorgar una nueva escala de reconocimientos. Por seguir en las inmediaciones de la céntrica calle de Colón, ésta misma, o la de sus compañeros de conquista Hernán Cortés y Pizarro, o su Católica Majestad la reina Isabel, que empeñó sus joyas para financiar el Descubrimiento de América... ¿tienen hoy el reconocimiento social que se corresponde con su ubicación privilegiada en el callejero de València? La sociedad cambia a un ritmo vertiginoso pero las vías públicas por las que transitan los ciudadanos del siglo XXI permanecen congeladas en la Historia.

Hace unos días se presentaba en Les Arts la iniciativa europea Women’s Legacy (sí, siempre en inglés), que persigue dar el espacio que les corresponde, en los contenidos educativos, a las mujeres de todas las épocas históricas y a su legado y su contribución a la humanidad, a través de la historia, la cultura y la ciencia. La iniciativa, en la que se ha implicado la Conselleria de Educación, ya ha generado un banco de recursos sobre mujeres; tres catálogos digitales de obras de música, literatura y arte de autoría femeninas; y un curso para el profesorado sobre científicas. Las niñas no quieren estudiar carreras técnicas porque no tienen referentes en los libros ni en las redes sociales... ni en el callejero, y eso es una tragedia para una sociedad que persigue la igualdad.

En cuanto a la ciencia, no habrá ni cinco ciudades en el mundo que cada año reúnan a veinte premios Nobel de las distintas categorías para dedicir los ganadores de unos premios, en el caso de València los Rei Jaume I. Y si el monarca honra con su nombre un pequeño callejón peatonal, los sabios que deciden sobre los galardones pasan casi inadvertidos por la ciudad que les acoge. Asignan las distinciones a personas que las merecen, sin concesiones a la fama como sus homólogos asturianos (que si Iker Casillas, que si Woody Allen o la Wikipedia) y se van sin hacer ruido. Un día de estos, los impulsores de los Jaume I (Vicente Boluda, Javier Quesada, Juan Roig, Santiago Grisolía y algunos más) deberían plantarse ante el ayuntaniento y reivindicar el trato y la consideración que merecen estos sabios de la ciudad a la que honran con su presencia. Que luego se le llena a todo el mundo la boca de ciencia.

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