Pensémoslo, ¿qué puede ser más internacional hoy en día que cantar en español? Si un artista español tuviera que renunciar a su identidad para tener repercusión fuera de nuestras fronteras tendríamos que eliminar de la ecuación, entre otros muchos, a Alejandro Sanz, Rosalía o Chanel. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto proyectar esa posibilidad? Voy a apuntar algunas reflexiones sobre el ‘Chanelazo’. Este año Benidorm ha marcado la diferencia. Qué envidia tenía de San Remo y de cómo aman ese festival los italianos. La potencialidad dormida de nuestro festival era incomprensible. La marca Benidorm Fest seguía viva y este año ha recobrado sentido. Felicito a quienes hayan tenido la feliz idea de recuperarla en 2022 y dotarla de contenido. Porque el festival ha vuelto a dar importancia a las canciones y a sus autores. Y hemos acabado hablando de autores, melodías y letras incluso en el parlamento; insólito. Y seguirá mejorando en los próximos años, estoy seguro.

A partir de Benidorm la historia de Chanel se puso muy interesante. Tuvo que lidiar, y lo hizo con mucha elegancia, con un ejército de haters. También sorteó ese intrincado laberinto de la corrección política, en el que estamos todos confundidos, con el falso enfrentamiento con Rigoberta Bandini y las Tanxugueiras. Y finalmente, cuando apareció entre las favoritas, persuadió a todos los pequeño-pensadores de que el artista español puede llegar a merecer la atención del público europeo. Y con esa sencillez nos fue seduciendo y finalmente conquistando.

Hablemos de Eurovisión. Las canciones y los artistas tienen detrás de sí una historia. Y ese contexto también da contenido a sus canciones. Pensemos en Eurovisión 2017 con Salvador Sobral y la historia personal que acompañaba a su Amar pelos dois. Esa canción que a mí me parece bellísima, como tantas otras que Portugal ha presentado al festival, se abrió paso en el corazón de todos los espectadores de manera imprevisible. No se me ocurre una canción que esté más lejos del cliché de la canción eurovisiva. Pero en aquel 2017, a la canción se le sumaba el momento que Salvador vivía. A la espera de un trasplante de corazón, débil y vulnerable, nos cantó que su corazón enfermo podía «amar por los dos». Esa historia y esa melodía nos conmovieron hasta llevarle al número uno.

Por su parte Stefanía la vencedora de este año, demostró su fuerza en el escenario. Pero cantada por un soldado ucraniano desde las trincheras, al día siguiente de haber salido vencedora en el festival, la convierte en un himno. Y sentimos que ese soldado sabe que estamos ahí apoyándole. Ese es el poder de la música; así la investimos y así nos representa.

Yo diría que la actuación de España en Eurovisión este año nos ha cautivado porque era honesta. Chanel transmite sinceridad, respeto por su profesión, compañerismo, … Y también ambición. Ella ha llevado todo este proceso con humildad, generosidad y buena energía ¿no les parece? Y en el entorno aparentemente superficial del show bussines nos ha demostrado una vez más que solo la honestidad nos conmueve.

Cuando acabó la actuación de Chanel en Turín tuve la misma sensación que al final de una mascletà: ¡qué barbaridad! Fue un exceso. En primer lugar, de talento por parte de la intérprete y su equipo. Una artista como ella se ha preparado toda una vida con rigor para poder ofrecernos esos tres minutos de exigencia vocal y coreográfica. Una vida de estudio y esfuerzo concentrada en esa breve actuación (un buen mensaje para su público). Pero detrás había un equipo de profesionales con buen criterio ayudando a que su puesta en escena fuera impecable.

Empecemos por el equipo de composición. Sí, ahora en ocasiones se compone en equipo; se reúne en un estudio a un grupo de autores con títulos destacados en las listas de éxitos y combinan ideas hasta que el resultado les convenza. Como dato que marca la diferencia TVE este año no puso como condición a esos autores que cedieran el 50 % de sus derechos como en años anteriores. Y podríamos continuar con la coreografía, el estilismo, la escenografía, el maquillaje, … el resultado tenía el nivel que se exige un artista internacional. E insisto, con buen criterio.

Si al talento y la preparación de Chanel, y de tantos otros artistas que tenemos a nuestro alrededor luchando por una oportunidad, le sumáramos una apuesta política por la industria del entretenimiento como la que ella ha recibido en estas semanas, tendríamos una industria musical poderosa y exportadora. Tenemos materia prima y mercado potencial; 450 millones de europeos a los que convenció Chanel el sábado pasado y 500 millones de hispanohablantes que miran hacia nosotros como su referente en Europa. Los artistas acabamos siendo embajadores. Con mi grupo Presuntos Implicados hemos recorrido el mundo llevando nuestra música y siempre presumiendo de nuestra tierra y sus excelencias. Apostemos por una industria musical de calidad para que el orgullo de que esa música que nos represente no venga solamente de la calificación que obtenga en un festival o una lista de éxitos, sino de la historia que de nosotros mismos queramos transmitir al mundo. Las canciones son un espejo en el que nos reflejamos. Y finalmente es verdad que nos representan.