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A vuelapluma

Alfons Garcia

Ni fem país ni fem res

Un retrato de Joan Fuster.

De lo bueno de los últimos días ha sido reencontrarse con la mirada ácida de Voro Vendrell en su último libro, un recuerdo de los años de procesiones a casa de Joan Fuster de jóvenes airados (y no tanto) de Sueca y de glorias patrias (y no tanto) de València y otros indrets. Como casi todo lo que se pierde, empezando por la juventud, aquellas tertulias desordenadas y sin freno, que se alargaban hasta el día entre vasos de tubo con hielo y güisqui, han acabado revestidas con el tiempo de un halo mítico. Vendrell, que muestra a un sabio muy real, recuerda que una de las frases más repetidas de Fuster, aquella de «el país valencià serà d’esquerres o no serà», tiene una segunda parte que se olvida (Francesc de P. Burguera fue quien ya lo subrayó): «Però aquest país és més de dretes que la mare que l’ha parit».

La parte derecha de este país, territorio o lo que sea no va a celebrar los actos oficiales de los 40 años del Estatut d’Autonomia porque el lema oficial que ha buscado la Generalitat actual, izquierdosa, es «40 anys fent país». El problema parece que no está en los 40 años, aunque quién sabe, sino en el uso de una sola palabra: ‘país’. Al PP actual le recuerda a aquel Pais Valencià, que aunque aparece citado en el Estatut, quedó derrotado por la incolora Comunitat Valenciana, y ve en ese ‘país’ resonancias veladas a los ‘països’ del gran imperio del norte. Cuarenta años después, este PP que mira cada día trackings, encuestas y estudios cualitativos de tendencias sociales tiene claro que la cuestión del ‘país’, todo eso de la identidad y los nombres y el anticatalanismo y el españolismo continúa rentando. Así que en cuarenta años hemos construido algo, hemos evitado las bombas y la goma dos, como la que pusieron en 1981 en casa de Fuster durante otra noche de tertulia. Hemos podido encauzar, sin decirlo muy alto para no molestar, los líos ficticios sobre la lengua, pero hacer un ‘país’, diría que no lo hemos logrado cuando no se puede hablar ni de ‘país’, cuando cada parte ha hecho lo que ha querido y podido sin molestar mucho a la otra pero sin entenderse mutuamente. Que del olvido salga un ‘país’ es un sueño obtuso.

La noticia coincide con el triunfo callejero en la pequeña batalla del fútbol. El propietario asiático se carga al soberbio presidente que tenía al frente de la colonia y hace propósito de enmienda. Pasa después de unos audios que retrataban al poco diplomático presidente y de una protesta masiva, como las de antes en València, en la que también algunos incontrolados e incívicos llegaron a acorralar a otro de los enviados del propietario. Como en aquellos días violentos de lucha de identidades. El dueño se desprende de una prenda, pero lo esencial como sociedad es que la propiedad sigue donde estaba, muy lejos, y que tampoco debe importar tanto cuando el club se dejó ir y no se ha articulado después nada lo suficientemente serio y potente (en lo económico, claro) para recuperarlo. Lo que refleja el espejo político y futbolero es una sociedad, un país, a media cocción, de mucho cohete pero escasa consistencia y cohesión. Cada uno, en su batalla. Véase más como descripción que como lamento crítico, porque ya no es tiempo de lecciones.

Después de leer al amigo Vendrell imagino a Fuster, aquel que dijo a Toni Mollà que llevaba muerto desde 1982, con un pitillo mentolado en la boquilla observando el panorama: «Cristo, xiquets, ni fem país ni fem res».

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