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Francisco Sosa Wagner

Un Gobierno adverbial

Del “no es no” al “sí es sí”

La oratoria parlamentaria trae en sus intimidades históricas momentos gloriosos de galanura. El orador diserto ha sido frecuente en el ágora del debate público y, al evocarlo, se nos agolpan los nombres de Pericles, Demóstenes, Cicerón… En España, en las Cortes de Cádiz, se oyó el verbo pulido de parlamentarios, casi todos asturianos, y a Castelar le tenemos dedicada una colosal estatua en el centro de Madrid.

Hoy, ay, esta oratoria está apagada de manera que si un día nos encontramos con energía para seguir un debate en las Cortes, pronto advertimos que el ánimo se abate y negros presagios pueblan nuestras decepciones. El insulto, que es una bella arte, se ha convertido en gárrulo desahogo. Su prestigio ha sido destruido por una cáfila de gregarios.

–Olvida usted hallazgos de nuestros oradores que merecen ser celebrados –me dice el hombre que siempre va conmigo (como le ocurría a don Antonio Machado).

Y es verdad. Porque hay un logro parlamentario de mucha enjundia. Me refiero al “no es no” que hemos oído en los últimos años como piedra basilar de la política.

Pues bien, cuando creíamos que en ese “no es no” se resumía todo el caletre de quien lo pronunciaba, nos encontramos con otro descubrimiento: el “sí es sí” puesto en circulación en estos días, cuando la elocuencia emitía signos de naufragio.

Y es que con este “sí es sí” revive el virtuosismo en la palabra al inundarse todo de evocaciones, de sugerencias, de huellas de un pensamiento exuberante y florido.

La conclusión es clara: con un par de adverbios hemos escrito un par de páginas en la historia de la oratoria. Economía de medios pero brillantez y claridad para que todos sepamos a qué atenernos.

Se trata ahora, como se dice en la milicia, de explotar el éxito exprimiendo la riqueza de los adverbios, construyendo sobre ellos un género de razonamiento.

Dar con el adjetivo ajustado es gran mérito pero es truco ya muy gastado. Y siempre se cita a Josep Plá que lo buscaba liando sus cigarrillos.

Es la hora del adverbio:

–Abajo es abajo.

–Nunca es nunca.

–Ahora es ahora.

–Demasiado es demasiado.

–Acaso es acaso.

El adverbio pues como “Ábrete Sésamo” que todo lo aclara, resume y condensa. Y que “consecuentemente” (otro adverbio) desatasca la política de sus abominables adherencias conservadoras.

Como practico al adverbio un culto medido, prefiero esta frase:

–El idiota, idioto, idiote del “no es no” y del “sí es sí” es incurable.

Y un oficiante de la nadería o del atropello. Eso sí: venenosos.

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