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Manuel Campo Vidal

LA CRÓNICA

Manuel Campo Vidal

Tras el covid, la democracia es más frágil

Es una constatación generalizada: en Europa, América y Asia las democracias se han debilitado como consecuencia de las transformaciones producidas por la crisis del COVID. (África es cuenta aparte, porque apenas existen regímenes democráticos consolidados, según parámetros occidentales). Parece excesiva la opinión del analista Moisés Naím al afirmar que «en los últimos diez años, algunos dirigentes totalitarios liquidaron la democracia y no nos enteramos». Pero cierto que el porcentaje de población mundial que vive bajo dictadura ha pasado del 49 al 70 por ciento en una década. Sobre ese debate, el sociólogo Carlos Malo de Molina, en conversación mantenida con Pablo Ulloa, presidente de la FIO (Federación Iberoamericana de Ombudsman), entiende que «tras el Covid, las democracias se han debilitado porque los gobiernos se han fortalecido y los medios de comunicación se han empobrecido».

En este período de crisis sanitaria y en nombre de la excepcionalidad de la situación, la mayor parte de gobiernos, de todo signo, adoptó decisiones muy importantes apenas debatidas en los parlamentos. Se aprobaron extraordinarias inversiones con riesgo de corrupción en algunos casos; se adjudicaron concursos de compras de material sin control y se olvidaron, por lo general, las más elementales reglas de competencia. En esa excepcionalidad, en parte justificada, nadaron a placer comisionistas, oportunistas y con frecuencia familiares e los políticos.

Silenciado por las circunstancias el control del Parlamento, los medios de comunicación, salvo excepciones honrosas, dimitieron de su labor fiscalizadora. En parte se debió a que la pandemia los acercó a la quiebra y dependieron más que nunca de la publicidad institucional, o cualquier tipo de ayuda pública. Los dos fenómenos combinados (gobiernos más fuertes y medios más débiles) convirtieron las democracias en más frágiles.

A esa situación se suma la polarización imparable de las opiniones públicas de todo el mundo. Las propias redes sociales y los algoritmos que las gobiernan, conducen a esa polarización que genera tanta crispación. El mundo político hoy está más alterado en todas partes y las posiciones al alza suelen coincidir con las propuestas más radicales de uno y otro extremo del espectro ideológico.

En el Congreso sobre «La sociedad digital y desafíos para el derecho público» celebrado en Santo Domingo por iniciativa del Defensor del Pueblo dominicano, Pablo Ulloa, coincidieron jueces, juristas, académicos, periodistas y militares en el diagnóstico de especial gravedad que afecta a la salud democrática de la sociedad digital con riesgos evidentes en el ámbito de la Gobernanza y de la Ciberseguridad. Denominados como «los nuevos señores feudales de la información», o «los cuatro jinetes del Apocalipsis», se reiteraron acusaciones fundadas a Facebook, Twitter, Amazon y Google sobre su dominio del mundo en la sociedad digital actual. «En la crisis del Brexit, por ejemplo, una empresa como Cambridge Analytica, manejó datos personales de la ciudadanía sin su consentimiento, datos que ni siquiera se facilitan a los gobiernos», apuntó el profesor Antonio Troncoso que abrió el Congreso. «Todo es big data», se señaló en las intervenciones, pero «no debemos claudicar ante el algoritmo». Al fin y al cabo, el filósofo Daniel Innenarity, allí citado, nos recuerda que frente al big data y la inteligencia artificial, el ser humano tiene la capacidad de «contextualizar, de ordenar». Y la comprensión del mundo actual, tan complejo, está en relación directa con la comprensión del contexto, del marco en el que nos encontramos. Retenemos esa capacidad de interpretar el aluvión de datos que nos anega. Oportuno Congreso bianual. De referencia.

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