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Va de bo

Alberto Soldado

Aristóteles y el género

Sabemos que envejecer es acumular desengaños. Una de las decepciones más intensas, de las que afectarán al estudio de la Historia de la Filosofía, ha sido descubrir el carácter misógino de grandes pensadores que han sido referencia en la historia de la humanidad. Algunos han tenido la genial idea de señalarlos en portadas de periódicos, acompañados de emoticonos de desprecio, que es la más actualizada de las formas de economía del lenguaje. Con un gesto nos evitamos argumentar, que eso siempre tiene sus riesgos en un tiempo en el que contemplamos el triunfo arrollador del pensamiento único. Aristóteles, Rousseau, Kant, el propio Freud y no digamos Schopenhauer han sido señalados en juicio público como autores intelectuales de la situación de debilidad histórica de la mujer. Qué podemos decir de Rousseau que consideraba que el destino de las féminas es ofrecer placer al hombre. Menuda pieza… Toda esta gente no puede ni debe seguir un minuto más en los libros de texto de los institutos y universidades. Durante siglos hemos estado sometidos a un terrible engaño, porque los pensadores que han construido el acervo de la cultura occidental han sido unas gentes de cuidado. Ellos son los culpables. Así es que nada existe en el universo tan perentorio, tan urgente, incluso más que el hambre que acecha, que analizar las expresiones, orales o escritas, incluso los silencios, que entorpezcan la causa única de la política actual: la causa del feminismo radical. Toda acción de gobierno debe estar dirigida al cumplimiento de los preceptos dictados por la autoridad de esta nueva religión. No hay atenuantes que valgan en esta que sí es la lucha final. O estás con la ortodoxia o acabas en la hoguera inquisitorial.

En esa lucha todo aliado es bienvenido. Incluso hay un islamismo feminista, otro descubrimiento de la progresía de estos tiempos. Una progresía que reniega de Rousseau y de Kant, engañosamente idealizados por la izquierda. Ahora, analizados sus textos desde la perspectiva de género, eran machistas y por lo tanto, a partir de ya, dejan de ser de izquierdas.

Afirmaba el joven Platón que el Estado justo sería el que descartaba la poesía de la educación porque iba dirigida a los instintos y no a la razón, el que apostaba por la eugenesia para el perfeccionamiento de la raza, el que dejaba en manos de la República la educación de los niños y en el que los débiles y deformes deberían morir. El Platón maduro suaviza sus ideas y reconoce la legítima propiedad privada y el matrimonio. Tras Platón llegó su discípulo Aristóteles, que a diferencia de su maestro profesa el realismo y coloca a la familia en el lugar que corresponde a su importancia social, ética y pedagógica. Pero todas esas ideas, expuestas hace más de dos mil años, todavía no habían sido debidamente analizadas. Una carencia que ha llegado el momento de solventar. Aristóteles era un machista, Platón algo menos, pero no se escapa de la quema. Y no digamos el popular filósofo de la copla española, Manolo Escobar, con letras intolerables. Ni una sola de sus canciones debe ser escuchada.

Uno alberga la esperanza de que triunfe de verdad una política de igualdad, sin convertir la humanidad en una lucha descarnada entre feminismo y antifeminismo, entre mujeres y hombres. Uno tiene la esperanza de que se imponga la madurez y no la juventud de Platón. Uno tiene la esperanza de poder pagar las facturas de la luz.

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